Dos miradas

Policía y sociedad

La violencia es despreciable siempre, abominable, y se debe denunciar en cualquier momento. Cualquier violencia, también la que proviene si se hace de forma irresponsable y desproporcionada de quien tiene los mecanismos legales de la fuerza

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Josep Maria Fonalleras

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Cualquier comparación de lo que pasa en Cataluya con el País Vasco es una indecencia. Una indignidad. Un insulto a las víctimas, como recordaba Rosa Lluch. Una "banalización del terrorismo". A pesar de los matices y las rectificaciones posteriores (mínimas), el hecho es que hay una voluntad, explícita o implícita, de establecer paralelismos. La violencia es despreciable siempre, abominable, y se debe denunciar en cualquier momento. Cualquier violencia, también la que proviene de quien tiene los mecanismos legales de la fuerza. O de quien ejerce la potestad de dirigir esta fuerza. Al hacerlo de una manera tan irresponsable, tan desproporcionada, pierde la autoridad que le otorga ese inicial contrato social que se debe renovar a cada momento con un compromiso ético permanente y constante.

He pensado mucho, estos días, en mi amigo Jaume Curbet, impulsor de las policías democráticas en este país y uno de los pensadores más profundos sobre seguridad y libertad. Decía que "solo una sociedad civilizada podrá tener el derecho y el privilegio de disponer de una policía civilizada". Proponía alejarse de los simplismos y "desconfiar de los esquemas binarios". Pensemos en ello.