EL LABERINTO CATALÁN

JxCat en la picota

Quim Torra y Miquel Buch

Quim Torra y Miquel Buch / EFE / QUIQUE GARCIA

Xavier Bru de Sala

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Qué duda cabe de que la confirmación del 'conseller' Buch en su puesto es una carga de profundidad contra los intereses electorales de JxCat. Los que consideran que el 'president' Torra actúa como un infiltrado de la CUP en el mundo posconvergente han constatado que su fracaso, y el de los radicales que encabezan las listas electorales de JxCat, les deja sin discurso, sin margen y sin relato coherente de cara al 10-N. Ante la violencia en las calles, originada por los llamados jóvenes cachorros del independentismo y no por las fuerzas del orden, dejémoslo claro, había y hay dos actitudes que tomar. O la condena más estricta, con su corolario de enfrentamientos y detenciones, o el aplauso. Lo que no se puede hacer sin caer en una contradicción flagrante y en el descrédito de unos y otros es animar a los manifestantes violentos y a la vez reprimirlos. Esto es precisamente, llamar al desorden y mantener el orden, lo que ha ocurrido y con toda probabilidad continuará pasando. Insoportable, contraproducente, irresponsable. Para salir del callejón sin salida donde se han metido, los candidatos y Quim Torra pretendían sacrificar al 'conseller'. No lo han conseguido. Que se hayan abierto 15 expedientes por actuaciones irregulares puede parecer a primera vista un paliativo, pero resulta del todo insuficiente. Se abren los expedientes, sí, pero quién sabe si algún día llegarán a cerrarse.

El fracaso de Quim Torra, de Laura Borràs o de Jaume Alonso Cuevillas pone a JxCat en la picota e incrementa las posibilidades electorales de la CUP. En la raíz del discurso de la tensión se encuentra el abrazo Mas-David Fernàndez, que de circunstancial y simbólico ha pasado a permanente y efectivo. La designación de Carles Puigdemont como sucesor de Mas incidía en la conversión del gesto en estrategia. La de Quim Torra por parte de Puigdemont consolida el espacio y el protagonismo de la CUP y desdibuja a JxCat. Por mucho que lo intenten, los post convergentes y sus votantes no pueden, como copia, superar el original de la CUP, una amalgama que agrupa a los independentistas antisistema y a los que abrazan el independentismo porque son antisistema. Artur Mas, como líder con más experiencia y capacidad, es el primero que se dio cuenta de su error, pero sus intentos de rectificación, secundados por Miquel Buch mientras Puigdemont calla en vez de posicionarse, han topado con la tozudez antipolítica del 'president' de la Generalitat.

El trasvase de legitimidad de CDC a la CUP conlleva consecuencias que van más allá de las elecciones. El independentismo se encuentra en una encrucijada. Debe decidir si emprende la vía de los disturbios, la movilización permanente y los intentos constantes de perturbar la tranquilidad ciudadana o si retorna a las posiciones no violentas que formaban parte del núcleo de su ADN. Una encrucijada desastrosa para JxCat pero que tampoco deja indemne a Esquerra. Si después del 10-N el PSOE queda en manos del PP y la CUP se apodera de JxCat, ni la izquierda ni el independentismo tendrán nada que celebrar.