Al contrataque

Gilipollas por Franco

¿No tenemos el derecho de alegrarnos por haber corregido una anomalía histórica del tamaño de un campanario? ¿No pasa eso por delante de críticas sobre la forma o la oportunidad de dar este paso?

Franco

Franco / periodico

Carles Francino

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La línea que separa el optimismo de la ilusión debe ser muy fina. Yo la he traspasado tanto estos días que he desembocado en una categoría más elevada: creo que no soy ni optimista, ni tan siquiera iluso... soy directamente gilipollas. ¡A quién se le ocurre pensar que retirar los restos de Franco del Valle de los Caídos podía generar una corriente general de simpatía entre los demócratas! Que si no me equivoco, seguimos siendo la inmensa mayoría de ciudadanos en este país, votemos a quien votemos.

Ya sé que el retraso de tantos años en echar al dictador del lugar que compartía con miles de víctimas es impresentable. Que haber mantenido un monumento en su honor solo puede avergonzarnos como país. También entiendo que el momento -forzado por las trabas continuas de la familia del dictador- se presta a lecturas interesadas, que la retransmisión televisiva integral resulta discutible -a mí me parece que pesa mucho la moda de convertir en espectáculo de pantalla cualquier acontecimiento-, y además yo también hubiera preferido no ver a toda la tribu acarreando el féretro con avíos y todo. Pero ¿de verdad lo del otro día fue una exaltación de Franco y del franquismo? Por cierto, la palabra 'franquismo' no entró en el diccionario de la RAE hasta 1992. Retraso olímpico. ¿O acaso se trató de un funeral de Estado, como algún indocumentado llegó a proclamar? No doy crédito.

Pero ya digo, debo de ser como aquel personaje que se inventó Buenafuente cuando estaba en TV-3: El Gilipollas, que encarnaba David Fernández.  Por cierto, ahora en la tele sigue habiendo cómicos -y muy buenos- pero es curioso: me cuentan que los que aparecen descritos como gilipollas son casi siempre los mismos, con la reciente incorporación de algunos perros policía que han demostrado no tener ningún sentido del humor y les han denunciado. ¡Qué animales!

A lo que iba: ¿no tenemos el derecho -y casi el deber- de alegrarnos por haber corregido una anomalía histórica del tamaño de un campanario? ¿No pasa eso por delante -o por encima- de críticas sobre la forma o la oportunidad de dar este paso? Yo creo que sí, respeto a quien piense lo contrario, pero me huelen a chamusquina explicaciones como la que pillamos la otra tarde de un portavoz de JxCat: “Los restos de Franco y el franquismo reposan en la democracia española, enferma y vieja. Esa democracia incapaz de poner las urnas en Catalunya y resolver por la vía política un conflicto que es político”. Por insultar que no quede. Y a todo esto, ¿qué se supone que había que hacer con los huesos de Franco: lanzarlos desde el helicóptero haciendo puntería en el panteón de Mingorrubio? Esa opción estuvo sobre la mesa: lástima que era una noticia de 'El Mundo Today'.