IDEAS

La venganza de la mujer en silencio

fcasals36611475 icult  sylvia plath  con sus hijos frieda y nicholas  en el 161213125157

fcasals36611475 icult sylvia plath con sus hijos frieda y nicholas en el 161213125157 / periodico

Lucía Lijtmaer

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Vuelve Sylvia Plath a la prensa, como vuelven siempre las no muertas, como retornan las aparecidas que quedan en un limbo que debe ser explicado, una y otra vez. Plath vuelve, una vez más, como cada año. En este caso reaparece, entre otras cosas, porque se reedita 'La campana de cristal', y porque se publica un relato inédito suyo.

Vuelve Sylvia Plath, como vuelven siempre las no muertas que deben ser explicadas una y otra vez

De todas las lecturas asociadas a su mito, quizás la más fantasmática sea, curiosamente, la que no intenta adentrarse en su espectro. Se trata de 'La mujer en silencio', de Janet Malcolm. Quizás sea porque la periodista no indaga en la repetición ritual del suicidio más conocido de la literatura, sino en cómo se construye el relato sobre su figura, cómo este se solidifica y se convierte en un muro muy difícil de penetrar.

Hay un pasaje del libro especialmente importante, que siempre resuena en mi memoria, y es el que le da título. En él, Olwyn, la hermana de Ted Hughes y cuñada de Sylvia, relata un enfrentamiento con la poeta. Durante una discusión, Olwyn reprocha a Sylvia un comentario malicioso que ha hecho sobre otra persona. Plath decide no contestar a Olwyn, sino susurrarle algo a Ted, y, tras un par de miradas frías, marcharse de la habitación. Olwyn relata cómo esta situación le desconcertó al principio, y después le generó una enorme culpa. Y, a su vez, le hizo preguntarse una y otra vez las razones de su silencio. "¿Por qué no dice nada ella?".

Esta escena es fundamental para entender la interpretación de Malcolm de lo sucedido. Como explica la autora, decir algo malo de otra persona es una de las cuestiones retóricas más difíciles y delicadas. "Ser persuasivo, dejar al lector con la impresión de la maldad de X y del desinterés y bondad de uno mismo, requiere gran habilidad. No es posible soltar sin más lo espantoso que es X. Lo único que se consigue con esto es provocar la simpatía del lector hacia X", explica.

Plath queda fijada para los demás a partir de ese silencio, que funciona como una negación terminante, que la salva de la charlatanería de la repetición de los argumentos, y que, a su vez, los niega para siempre. Su silencio, incesante y ensordecedor, aún nos alcanza a día de hoy.