El escenario político

Aguanten la respiración

El 10-N permitirá oír las demandas soberanistas y activará la cuentas atrás a unas autonómicas

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Anna Cristeto

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En tan solo dos semanas estaremos digiriendo los resultados del 10-N y Pedro Sánchez buscará cuanto antes las complicidades que le permitan una investidura exprés y alejarse rápidamente del fantasma de otro bloqueo político. Aunque formalmente la campaña no comienza hasta el próximo viernes, el contexto ha propiciado que los partidos estén instalados desde hace tiempo en la dinámica electoral, que tiene en Catalunya su epicentro. Así lo demuestra que Sánchez tenga previsto visitar su capital el último día en que puede pedirse el voto. La sentencia del 1-O y las reacciones vividas a pie de calle en los últimos días influirán en el guion de las formaciones. Sus mensajes, cada vez más claros y sencillos, son como una solución granulada que pretende tener un efecto rápido sobre el votante. 

En Barcelona ha sido un fin de semana de movilizaciones. El sábado, la independentista y, el domingo, la constitucionalista. Si la primera apelaba a la libertad y el rechazo al fallo del Supremo, la segunda denunciaba el hartazgo del 'procés'. Aunque en los dos casos se ha exhibido bastante menos músculo, se ha evidenciado el alto voltaje emocional de esta campaña. Los partidos no han querido perder la oportunidad de arañar votos y sus dirigentes han hecho acto de presencia.

Las formaciones son conscientes de que no se pueden permitir ni el más mínimo error, especialmente Cs, cuyo declive en las encuestas se atribuye a la menor fidelidad de su electorado. En clave española, todo apunta a un bipartidismo en recuperación, con un PSOE a la cabeza –con expectativas de crecimiento modestas- y un PP en remontada tras el gran desplome de abril. En Catalunya, el resultado de las generales puede afianzar al bloque independentista. Las últimas cifras del sondeo del GESOP para este diario indican que por primera vez en unas estatales superaría el 40% de los votos. Este aumento se explicaría por la irrupción de la CUP. Los anticapitalistas lograrían hasta cuatro escaños recogiendo votos descontentos con ERC, que conserva su primera posición, y con JxCat, que cedería aunque mantendría el tipo. El PSC renovaría como segunda fuerza y Cs se precipitaría hasta los dos escaños. 

Esta es la fotografía del voto en Catalunya, tomada una semana después de la publicación de la sentencia. Muestra que el independentismo en su conjunto no naufragaría a pesar de las desconfianzas internas y de las estrategias dispares de sus fuerzas. El 10 de noviembre permitirá al soberanismo canalizar sus demandas de libertad y amnistía para los condenados pero también activará la cuenta atrás hacia unas autonómicas. Solo unos comicios permitirán desbrozar el camino y arrojar certezas sobre la verdadera correlación de pesos entre las formaciones que emprendan la vía del realismo y las que apuesten por el simbolismo.

Quien tiene el botón de reinicio, Quim Torra, hace oídos sordos ante las voces que sugieren pasar por las urnas cuanto antes. En ERC se muestran cautos ante un posible avance a la vez que se sostienen que es difícil que la legislatura continúe. No quieren torpedear sus perspectivas, que por ahora son mejores que las de JxCat. Los discursos y ritmos de ambos están condicionados en parte por el papel de la CUP. Si el 21-D perdió casi la mitad de su apoyo, ahora puede pescar complicidades en el hastío de una parte de la población con el 'establishment' independentista. Los anticapitalistas forzaron en su día el paso al lado de Artur Mas y pueden sumergir de nuevo la agenda política catalana en aguas turbulentas.

Los agentes socio- económicos que llaman al diálogo deben armarse de paciencia

Torra, en su aislamiento, puede tener los días contados en la presidencia, más aún ante una inhabilitación en el horizonte que no sería especialmente dolorosa como eventual vía de salida. Por ahora, reprime cualquier salida de tono de sus 'consellers', sobre todo de JxCat, cuando divergen de su proyecto de autodeterminación de Catalunya. Lo sabe bien Miquel Buch, 'conseller' de Interior, blanco de las críticas por la actuación policial ante los graves disturbios, pero también quienes cuestionan los boicots económicos y el colapso de infraestructuras.

En este escenario, los agentes socioeconómicos catalanes que han hecho un insistente llamamiento al diálogo institucional tendrán que armarse de paciencia. Existe un consenso amplio sobre la necesidad de hallar una salida política al conflicto en Catalunya y trabajar para recuperar un marco de estabilidad y de seguridad. Pero la política tiene otro ritmo. Aguanten la respiración.