Opinión | Editorial

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Draghi, adiós al salvador del euro

El presidente saliente del BCE supo imponerse a los halcones para blindar a la moneda única en la crisis

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«Whatever It takes». Lo que sea necesario, para preservar el euro. Esta frase define el mandato y el legado de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE). Con esta frase pronunciada en julio del 2012 detuvo el ataque especulador sobre el euro en lo más crudo de la crisis de deuda soberana. Con esta frase, Draghi convirtió al BCE en una entidad que velaba por los intereses europeos y no de los países miembros con un objetivo: proteger la moneda común dentro de una arquitectura institucional y de gobernanza que dista mucho de estar lo unificada que debería estar entre los diferentes países de  la zona euro. Cuando la crisis azotó con fuerza al euro y los países de la eurozona en sus diferentes reencarnaciones, Draghi forzó los límites del mandato del BCE para desarrollar una política monetaria expansiva y convertirlo en prestamista de último recurso. Para la historia quedan decisiones trascendentales como la bajada de tipos de interés hasta valores negativos, la inyección masiva de liquidez en la banca para volver a engrasar de nuevo el mecanismo del crédito y la compra de deuda pública y privada por valor de 2,6 millones de euros. «Whatever It takes».

No ha sido tarea fácil para Draghi. Ha contado con la oposición de los ortodoxos y defensores de la austeridad a ultranza (Alemania entre ellos), que propugnaban una política monetaria limitada y que lo han combatido hasta su última decisión, la reactivación de la compra de deuda  a partir de noviembre ante la ralentización de la economía.  Draghi se irá a final de mes con una advertencia (el debilitamiento prolongado de la economía de la zona euro) y la petición a los países de que apliquen nuevas políticas fiscales para evitar una nueva recesión. Deja a su sucesora, Christine Lagarde, un BCE dividido entre críticos y partidarios de su gestión. Pero también forma parte de su legado una institución moderna y preparada para los nubarrones que amenazan grave tormenta. Habrá que ver si Lagarde está a la altura del «Whatever It takes».