Tribuna

Todos juntos, catalanes, españoles, europeos

La manifestación del domingo en Barcelona debería ser el punto de partida de la reconstrucción del constitucionalismo en este país

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Manuel Valls

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El separatismo ha fracasado. No habrá independencia. No habrá referéndum. No habrá amnistía.

El separatismo ha fracasado por varias razones. Por haber roto la sociedad catalana, por haber violado las leyes, por el uso de la violencia amparado por el “apreteu” del 'president' Quim Torra, por el rechazo de la Unión Europea, por su terrible y negativo impacto económico y por sus bandazos políticos. Pero sobre todo ha fracasado porque la mayoría de los ciudadanos, que respetan la ley, no lo quieren y porque ha sido derrotado por la Constitución española y el estado de Derecho.

Los analistas políticos han hablado mucho sobre la inminente ruptura del bloque separatista. Muchos dirigentes políticos empiezan a frotarse las manos porque creen ver en este cisma el principio del fin del conflicto. Pero aún hay mucho trabajo por delante. La reciente resolución del Parlament reafirmando la autodeterminación y desafiando las advertencias del Tribunal Constitucional es un ejemplo. Además, sería un error no darse cuenta de que las fuerzas constitucionalistas están divididas o de que, al menos, no están unidas.

Unión necesaria

Desde hace unos meses estoy insistiendo sobre la necesaria unidad de los constitucionalistas. Primero lo hice como candidato a la alcaldía de Barcelona y lo sigo haciendo ahora como concejal. Lo que me mueve es el sentido de Estado

El 9 de marzo de este año publiqué una 'Carta Abierta a los Líderes de los Partidos Constitucionalistas', en la que pedía a Pedro SánchezPablo Casado y Albert Rivera que unieran sus fuerzas para combatir los “momentos decisionistas” que estábamos viviendo. Hacía pocos días que Emmanuel Macron, el presidente de la República francesa, había hecho un llamamiento a los ciudadanos europeos a mantenerse firmes ante un impulso populista europeo que nos estaba conduciendo, explicaba en mi carta, al “repliegue y la división”. Más recientemente, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha hablado claro: “El nacionalismo es veneno”, y en su último discurso sobre el Estado de la Unión, fue asimismo contundente: “El patriotismo debe derrotar a los nacionalismos; Europa debe combatir el estúpido nacionalismo”.

Lo que pasó después de la publicación de aquella carta es conocido. Los tres líderes no quisieron o no supieron hacerlo, y hoy España se encuentra a pocos días de unas nuevas elecciones. En Barcelona logramos evitar que Esquerra Republicana alcanzara la alcaldía dando nuestro voto a la investidura de Ada Colau. ¿Se imaginan hoy en estas circunstancias un Ayuntamiento de Barcelona en manos independentistas? Dar aquel paso a cambio de nada fue la demostración de que en política se puede anteponer el bien común a los intereses electorales, personales o de partido.

Ahora podemos dar un nuevo paso en la buena dirección. Este domingo, Sociedad Civil Catalana organiza una manifestación en defensa de la democracia y de la Constitución. Cuentan con mi apoyo personal y el de mi grupo municipal, Barcelona pel Canvi.

La fuerza de las ciudades

Pasqual Maragall alabó siempre el papel de las ciudades. El alcalde socialista que transformó esta metrópoli impulsándola hacia el futuro a base de ilusión y de unir a sus ciudadanos con un proyecto común y global, recordaba siempre el tremendo esfuerzo de Berlín, Praga, París, Hamburgo o Londres por rehacerse de los destrozos físicos, morales y sociales de la segunda guerra mundial. Las ciudades, decía el alcalde Maragall, tienen una fuerza propia indestructible. Barcelona la tiene, sin duda.

El europeísmo de Barcelona ha sido desde siempre su gran valor. Fue lo que le permitió sobreponerse a una guerra y al franquismo. Ahora volverá a superar el azote independentista, la mayor demostración de violencia que ha vivido esta ciudad en décadas. Barcelona tiene un relato que los jóvenes violentos manipulados por políticos sin escrúpulos quieren destruir. Pero no lo conseguirán, porque una mayoría de barceloneses y catalanes desea vivir en paz y llevar a sus hijos por la senda del progreso.

La historia recordará las manifestaciones constitucionalistas del 2017, el discurso de Josep Borrell o el del sindicalista Paco Frutos, acusando a los independentistas de totalitarios, y la presencia de intelectuales como Mario Vargas Llosa, que nos alertó del peligro del nacionalismo.

Este domingo, los constitucionalistas tenemos la posibilidad de unir nuestras fuerzas, y me gustaría que estuviéramos todos los que debemos estar. Es el momento de la unión y de que una ola blanca de paz limpie las imágenes de fuego, lodo, odio y destrucción del denominado Tsunami Democràtic. Catalunya quiere salir de este callejón sin salida, y la solución pasa por la unión de los constitucionalistas. Este domingo debemos estar todos juntos. Catalunya. España. Europa.