Dos miradas

Polvo antiguo

Pienso en la bajísima calidad democrática de quien desprecia el pasado y lo convierte solo en una anécdota

El helicóptero sale con los restos de Franco en el Valle de los Caídos.

El helicóptero sale con los restos de Franco en el Valle de los Caídos. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Mientras espero que se abra el portón de bronce (dicho sea de paso: una pieza pavorosa, con relieves que son una mezcla tétrica de unas figuras de cómic -como la de la muerte a caballo con la guadaña- y de oscuras estampas religiosas), pienso en la necesidad y la justicia. Era justo y era necesario que los despojos de Franco dejaran de habitar un santuario dedicado a la exaltación del odio, pero el acto se acerca más a la pervivencia del fascismo, retransmitida en directo, con la Policía llevando del brazo a un golpista como Tejero, que a la ceremonia de la dignidad moral.

Es justo y necesario, pienso, mientras Francis Franco y los otros familiares gritan a favor de una España trágica y ensangrentada, que los miles de enterrados en el mausoleo de la infamia dejen de ser "un complejo y contradictorio cadáver colectivo indisoluble" (lo dijo un investigador del CSIC, Francisco Ferrándiz) y recuperen la consideración de individuo, de persona, frente al magma innoble del olvido adonde los abocó la dictadura más perversa. Pienso también en la bajísima calidad democrática de quien desprecia el pasado y lo convierte solo en una anécdota, como si este polvo antiguo no infectara la atmósfera de hoy.