Al contrataque

El Premio Nacional de Narrativa

Cristina Morales es una bocanada de aire fresco. Alguien que dice lo que piensa a pesar de ser contrario a todo y a todos

La escritora granadina Cristina Morales.

La escritora granadina Cristina Morales. / periodico

Milena Busquets

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Leo con enorme alivio y regocijo las declaraciones de la flamante ganadora del Premio Nacional de Narrativa de este año, la adorable Cristina Morales, que al ser preguntada por los graves incidentes de la semana pasada en Barcelona, afirma: “Es una alegría que haya fuego en vez de cafeterías abiertas”. ¡Por fin una bocanada de aire fresco! Alguien que dice lo que piensa a pesar de ser contrario a todo y a todos.

Los más jóvenes no lo recordarán, pero los escritores (al menos algunos de ellos) solían ser así: personas libres, antipuritanas, contrarias a la corrección política, contrarias al poder, que decían lo que se les pasaba por la cabeza cuando les preguntaban. Un escritor (un artista) no era un opinador, no se regía por la mesura y el 'qué dirán'. Un escritor provocaba, no apaciguaba. Para un escritor aspirar a la objetividad y a la sensatez es un suicidio.

Niños buenos

Tengo la sensación de que en este país los periodistas se han convertido en los verdaderos polemistas mientras que los escritores se han ido conformando a unas formas sumisas y ordenadas. Los periodistas (algunos, no todos, claro) desde sus columnas arriesgan mientras los escritores se portan como niños buenos o como malos profesores. Es grave que eso ocurra en la prensa, pero es todavía peor que se traslade a la literatura. ¿Hay algún escritor hombre aparte de Houellebecq Houellebecq que se atreva a hablar de sexo en serio? Los últimos fueron Philip Roth y Houellebecq. ¿Qué joven escritor se atreve a hablar así hoy en día? Ya se lo digo yo: ninguno.

Escribir requiere a parte de cierto talento, un enorme valor, un gran individualismo, ir por libre y jugársela. Es como si en la actualidad el sueño secreto de muchos escritores fuese llegar a ser ministro de Cultura y estuviésemos haciendo méritos permanentemente. Todos decimos lo que tenemos que decir y cuando no lo hacemos, lo pagamos muy caro.

Conocí a Cristina Morales hace unos meses en un mesa redonda para el diario 'El Mundo'. Siendo tan diferentes (o tal vez no) congeniamos inmediatamente, al final de la comida prometimos volver a vernos, le pregunté por una chapa que llevaba en la solapa en defensa de una asociación de prostitutas (en la chapa no ponía prostitutas sino “putas”). Me contó un poco sobre la asociación y al final se la quitó y me la regaló. Siento debilidad por la gente que se desprende con facilidad de lo que tiene, me da igual que sean cosas de valor o no. Dudé si ponérmela yo también en la solapa, tan valiente como ella, pero me dio vergüenza y no lo hice. Me la metí en el bolso. Al llegar a casa la saqué y la dejé en el plato donde dejo las joyas y el reloj. Ahí sigue, cada vez que la veo, sonrío. Muchas felicidades, Cristina.

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