El tablero político catalán

El 'comeback' de Esquerra

La relevancia de ERC en los años 30 ha quedado fijada en la memoria colectiva de las clases medias y populares de la Catalunya interior

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Andreu Claret

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Leyendo las insinuaciones de Junqueras sobre alianzas alternativas, observando la incomodidad del vicepresidente Aragonés cada vez que Torra sube al atril del Parlament, viendo a Rufían insultado por independentistas radicales y a Torrent reunirse por libre con Colau, muchos analistas se preguntan si Esquerra Republicana está en condiciones de liderar una salida a la crisis actual. Una salida negociada, distinta de la confrontación permanente que propugna Puigdemont y que supondría una ‘comeback’ de los republicanos de resonancias históricas. Los sondeos electorales, favorables a Esquerra y adversos a los antiguos convergentes, abonan la idea de este retorno del viejo partido de Maciá y Companys que ya fue el eje de la política catalana en momentos de confrontación pero también de colaboración con el gobierno de la República.

Esta aspiración, que lidera Oriol Junqueras desde la cárcel de Lledoners, cuenta a su favor con el descalabro político que ha sufrido un presidente de la Generalitat incapaz de responder a la violencia callejera. Tiene en contra las maniobras de Puigdemont y de la CUP destinadas a arrollar la estrategia moderada de los republicanos con el tsunami de indignación que recorre parte de la sociedad catalana, y las de Artur Mas que maniobra para no cederle a Junqueras la interlocución con el presidente Pedro Sánchez. Para promover alianzas alternativas, Esquerra tendrá que vencer también la desconfianza histórica que provoca en el resto de la izquierda catalana. Muchos, en el PSC y entre los 'comuns', recuerdan que jugó la carta del 'cuanto peor, mejor' en las aciagas jornadas de octubre de 2017, y los más veteranos no han olvidado los años en los que aceptó ser un satélite fagocitado por el pujolismo.

Las mayorías en las elecciones autonómicas

Sin embargo, Esquerra Republicana tiene algo a su favor que suele menospreciarse en los tiempos actuales de ‘nueva política’: su hegemonía durante la segunda República. Por muy controvertido que sea, el protagonismo que tuvo ERC en los años 30 ha quedado fijado en la memoria colectiva de las clases medias y populares de la Catalunya interior donde se juegan las mayorías en unas elecciones autonómicas. En 1980, ERC no se benefició de este patrimonio porque el partido liderado por Heribert Barrera era entonces una fuerza arcaica, tosca, y acomplejada ante la irrupción de Jordi Pujol.

Su pacto con Convergència para evitar un gobierno de izquierdas le condenó al ostracismo, pero su larga historia permaneció en el recuerdo de muchos. Quienes argumentaban al principio de la Transición que su decadencia había empezado durante la guerra civil estaban equivocados. A principios de 1938, el delegado de la Komintern en España, Palmiro Togliatti, escribió todavía que "Esquerra es el mayor partido de Catalunya, con una gran influencia entre las masas" y destacaba su papel en "la inmensa mayoría de administraciones locales". Es cierto que los republicanos quedaron diezmados por la victoria franquista, el exilio, y los conflictos internos, pero la vuelta de Tarradellas sirvió para recordar una historia que parecía olvidada. 

Los éxitos iniciales del PSUC y la llegada de Jordi Pujol a la presidencia hicieron olvidar esta realidad. Pero Pujol fue una excepción irrepetible, como lo fue hasta cierto punto el PSUC, y con la desaparición de ambos, han vuelto a aflorar los tiempos en los que Esquerra dominaba ‘el territorio’. Su trayectoria ha facilitado un ‘comeback’ que empezó en la Catalunya interior, en los años del tripartito liderado por Montilla, pero que ha alcanzado también a ciertos sectores de la Barcelona metropolitana durante la etapa de Rajoy.

¿Logrará Esquerra erigirse en primer partido del nacionalismo catalán y en aspirante a ‘pal de paller’ de un gobierno de centroizquierda? Ninguno de los artefactos ideados por Puigdemont parece estar en condiciones de disputarle la hegemonía entre los nacionalistas, aunque el hombre de Waterloo sigue teniendo un gran capital político en el universo independentista. Además, Junqueras cuenta con una baza de primer orden: sin los republicanos, no hay alternativa al actual desgobierno. Mientras los líderes del 'procés' sigan en la cárcel, los socialistas serán vistos con desconfianza por muchos sectores soberanistas, y los seguidores de Colau serán percibidos como corresponsables del desaguisado actual por quienes no comulgan con la independencia. Las próximas elecciones autonómicas dirán si Esquerra Republicana están en condiciones de sacar a Catalunya del atolladero.