análisis

El sueño de Erdogan

La guerra en el avispero de Oriente Próximo no acaba nunca y a pesar de un alto el fuego la nomina de perdedores no hace más que crecer

turquía siria kurdos

turquía siria kurdos / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Bashar el Asad manda en Siria, pero en la frontera manda el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Esa es la principal conclusión del ataque a los kurdos. La guerra en el avispero de Oriente Próximo no acaba nunca y, a pesar del alto el fuego, la nómina de perdedores no hace más que crecer. Cientos de miles de desplazados han tenido que abandonar sus ciudades y se suman a los millones de sirios refugiados y a otros tantos desplazados en el interior del país más violento del mundo, mientras el presidente turco, siempre al acecho del bocado kurdo, ya controla la franja que divide los dos países.

La acometida de esta última semana ha generado una nueva catástrofe humanitaria, en una región especialmente frágil, donde la ayuda escasea, porque apenas tiene acceso y porque las necesidades son enormes. El anuncio de un alto el fuego de cinco días no va a servir para poder llevarles más ayuda, ni para estabilizar la zona. Vendido como un acuerdo de los negociadores americanos, solo es una tregua estratégica para empujar a los kurdos al sur y dejarle manos libres a Erdogan. Se crea una zona controlada militarmente por Turquía, aunque en su afán por dejar limpia esa franja de arena, no solo han huido los kurdos, a la carrera han salido también de las cárceles centenares de presos afines al Estado Islámico.

Ruido de artillería

Siempre deberíamos celebrar un alto el fuego, aunque solo fuera porque estos cinco días cientos de miles de personas más, aunque huyan, lo harán sin el ruido de la artillería en el cogote. Pero en contra de lo que parece no es una salida diplomática, ni un triunfo americano. Más bien al contrario, es la capitulación de Donald Trump -que no tiene ni idea de qué hacer en Siria-, en manos de Erdogan,  que sí tiene un proyecto concreto para separar a los kurdos a uno y otro lado de la frontera. La frivolidad de las decisiones del presidente americano, abandonando a sus antiguos aliados en la zona, le han venido de perlas a Erdogan para cumplir un sueño que llevaba años persiguiendo.