Opinión | EDITORIAL

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El 'brexit' se vuelve a complicar

El Reino Unido pone a los Veintisiete en el brete de alargar agónicamente su salida de la Unión Europea

El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene ante la Cámara de los Comunes, este sábado

El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene ante la Cámara de los Comunes, este sábado / periodico

La consumación del 'brexit' se ha convertido una vez más en un rompecabezas en el que tiene mucho que ver la desconfianza de la oposición hacia Boris Johnson y la habilidad de este para sacar siempre, a última hora, un conejo de la chistera. Cuando todo estaba dispuesto el sábado para votar el acuerdo alcanzado con Bruselas, la Cámara de los Comunes aprobó una enmienda –322 a 306– de la ley que obliga al 'premier' a pedir una prórroga en ausencia de tal acuerdo llegado el 31 de octubre, Johnson suspendió la votación del pacto cerrado con Bruselas –iba a perderla– y, al mismo tiempo, mandó a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeodos cartas no exentas de extravagancia. En una de ellas le comunica, sin firmar el texto, que es decisión del Parlamento pedir un aplazamiento de la fecha de salida al no haberse aprobado el acuerdo por él negociado; en la otra manifiesta su opinión de que una nueva prórroga sería un error y no la apoya.

Puede parecer una comedia de enredo, pero no lo es. Detrás se encuentra un choque entre diferentes poderes del Estado y las reiteradas negativas de Johnson a solicitar otro aplazamiento del 'brexit' –sería el tercero– si el Parlamento no aprueba el acuerdo. Y la situación puede complicarse todavía más con otro choque entre poderes si el Tribunal Supremo de Escocia da la razón a quienes entienden que la exigencia de prórroga para evitar un 'brexit' abrupto obliga al primer ministro, algo que parece indiscutible, pero que Johnson se obstina en presentar como no imperativo, aunque en la tradición constitucional del Reino Unido es inconmovible la consideración de los Comunes como la institución depositaria de la soberanía, cuyas decisiones no pueden eludirse.

Con vistas a unas elecciones anticipadas

Lo que pretende la oposición es, antes de aprobar el acuerdo, disponer del aparato legal que permitirá aplicarlo. A lo que aspira Johnson es a tener cuanto antes las manos libres para poner en marcha una precampaña electoral que neutralice el dinamismo de los partidarios de quedarse, reclamantes de un segundo referéndum, defendido con la boca pequeña por el líder laborista, Jeremy Corbyn, y con entusiasmo por los liberal demócratas y los nacionalistas escoceses. Porque Johnson ha fiado su futuro político a unas elecciones anticipadas que le den la mayoría absoluta y le permitan prescindir de aliados levantiscos –los unionistas norirlandeses– y acaben con la disidencia 'tory', expulsada del partido.

En los cálculos de los estrategas 'brexiters', cualquier aplazamiento de la salida opera contra sus intereses, subraya la debilidad de los conservadores, engorda las filas de la facción que estima irrenunciable un 'brexit' con acuerdo y enfría a quienes, en nombre del mal menor, prefieren no prolongar la crisis. De forma que, como sucedía antes del acuerdo ahora en el alero, vuelve a ser una incógnita en qué puede acabar el conflicto y hasta qué punto es aceptable para los Veintisiete que la gestión del 'brexit' se convierta en una enfermedad crónica que bloquea el futuro y favorece la desaceleración de la economía.