Al contraataque

Amistad y poesía

Via Laietana en llamas

Via Laietana en llamas / periodico

Carles Francino

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Mikel es vasco, sabe mucho de televisión y tiene casa desde hace años en Sant Feliu de Guixols; me llamó el viernes: “Catalunya es una tierra cojonuda aunque el presente pinte tan mal. Solo te llamo para decírtelo”.

Julio es madrileño, trabaja en la Moncloa, está enamorado de Tarragona, nos conocemos desde hace más de 30 años y lo suyo fue un SMS: “Ay [sic], amic, cómo me duele todo estooo”.

Marian es navarra, maquilladora en otra vida y montañera por contagio; también optó por el sms: “Ánimo”. No hacía falta más.

David es el cantante de un grupo de Burgos que ha estado de gira por medio mundo; él y sus compañeros tocaron la otra tarde en la radio mientras veíamos por la tele la batalla campal en Via Laietana: “Qué momento tan duro, amigo… Lo sentimos mucho”.

Paco es murciano y se mueve todavía más que los músicos, es viajero profesional: “Estarás jodido con todo este lío, ¿verdad?...”

Maribel es una actriz de fama internacional que me regaló una impagable -y auténtica- mirada de cariño cuando salió el tema; a veces no hace falta decir nada.

Benjamín es otro madrileño -como ella-, escritor, que hace dos años escribió un poema titulado 'Hablemos, parlem', donde decía cosas como “Hablemos sin cuchillos en las manos/ hablemos sin quemarnos las banderas/ Con razones, sin sangre en las aceras… Hablemos de palabras, no de idiomas/ Digamos “te respeto”, “no te vayas”… Sin ver puntos finales donde hay comas/ Sin ver desiertos donde solo hay playas”. El poema era precioso, lo leyó en Granada pocos días después del 1-0 y la gente, emocionada, rompió a aplaudir. Lástima que después no le han hecho mucho caso, la verdad; son malos tiempos para la lírica.

Ha pasado solo una semana desde la sentencia del Tribunal Supremo pero ha pesado como un mal año, porque nada de lo que ha ocurrido ha sido agradable, empezando por la propia sentencia y las elevadas penas de cárcel que lleva aparejadas. Muchos catalanes están de duelo y la actitud de mis amigos era muy parecida a la de los funerales: dar cariño y transmitir fuerza a alguien para superar su pérdida. Así que me pregunto qué es lo que he perdido. Y la respuesta me da miedo... ¡pero me niego a rendirme!

Se lo debo por lo menos a un vasco, tres madrileños, una navarra, un burgalés y un murciano que han sido capaces de mostrar respeto y comprensión. No haría falta mucho más para salir del pozo. Así que me da igual -bueno, no me da igual pero tampoco van a ganarme- que algunos mientan y otros amenacen, que haya gritos, insultos, pedradas y pelotas de goma. Yo voy a seguir creyendo en los últimos versos del poema de Benjamín: “Abrir ventanas, sin romper cristales/ Hay sitio para todos en España”. Y en Catalunya.