IDEAS

El bosque de Birnam

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Josep Maria Pou

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Siempre, en momentos difíciles, vuelvo la vista hacia Shakespeare. Hoy acudo a 'La tragedia de Macbeth'. Acto cuarto: reunión de brujas. Del conjuro resulta un aviso: “Macbeth caerá vencido el día que avance contra él el bosque de Birnam”. A lo que replica un Macbeth pletórico: “Eso nunca ocurrirá. ¿Quién puede movilizar un bosque ni mandar al árbol que arranque su raíz del seno de la tierra?”.

Salto en la lectura y voy al quinto acto. Un mensajero se presenta ante Macbeth: “Señor, debo informar de lo que he visto. Estando de vigía en lo alto, he mirado hacia Birnam y me ha parecido que el bosque empezaba a moverse”. Y Macbeth, que recuerda el aviso de las brujas, reacciona furioso, negando la realidad: “¡Infame embustero!”.

En momentos difíciles, vuelvo la vista hacia Macbeth. Lo ocurrido estas últimas noches en Barcelona anuncia la caída del incrédulo  

Pero el miércoles día 17, alrededor de las 10 de la noche, contemplando en televisión las imágenes de lo que ocurría en aquellos  momentos en Barcelona, yo ví avanzar el bosque de Birnam. Cortando la Gran Via de lado a lado, a la altura de Nàpols y Sicília, un frente de compactos arbustos, ramas verdes en movimiento, avanzaba vacilante. A poca distancia, otro. Y otro más, en la retaguardia. Las jardineras del mobiliario urbano y algunas otras de las que se utilizan como elemento decorativo en bares y comercios de la zona, empujadas por alborotadores que se parapetaban tras ellas, eran, a mis ojos, la perfecta imagen del bosque de Birnam.

Luego, el fuego. El humo. Las cenizas. El viento que llevaba por el aire las pavesas del tronco calcinado. Y de nuevo las ramas, avanzando y retrociendo al ritmo de las embestidas. Nunca, en un teatro, hubiera podido conseguirse un efecto tan sobrecogedor. Nunca la ficción –por mucho que se venga afirmando lo contrario- puede superar la realidad. Lo que estaba ocurriendo esa noche –y la anterior y la siguiente- en Barcelona, era la verdad. La pura verdad. Y la credulidad puesta a prueba.

Por mucho que Macbeth siga empeñado en negarlo, las ramas de Birnam avanzan implacables. Y anuncian, claramente, la caída del incrédulo.