Análisis

Cuarteles de invierno o tumba de Tutankamón

Esta larguísima campaña, la del 'procés', toca a su fin. Lo admite, si bien de manera implícita y tal vez involuntaria, el 'president' Quim Torra cuando se saca de la manga la ocurrencia de volver a poner las urnas

TORRA

TORRA / periodico

Xavier Bru de Sala

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Quizá en el futuro algún historiador comparará las manifestaciones, las marchas, la huelga y los disturbios de estos días con las penúltimas escaramuzas antes del ingreso y la reclusión del independentismo en los cuarteles de invierno. Esta larguísima campaña, la del 'procés', toca a su fin. Lo admite, si bien de manera implícita y tal vez involuntaria, el 'president' Quim Torra cuando se saca de la manga la ocurrencia de volver a poner las urnas, claro que sin fecha ni calendario, o sea sin hoja de ruta, como remarcan desde ERC. Al otro lado del tablero, la pretensión del Estado es similar pero va más allá. Se trata de sellar los cuarteles de invierno como si fueran la tumba de Tutankamón, para toda la eternidad, sin un respiradero y aún menos un pasillo de salida, por triste, lúgubre y estrecho que sea.

Los hechos de estos días, la violencia, los enfrentamientos, los heridos y los fuegos en las calles no parecen ser el inicio de una nueva fase del 'procés', caracterizada por una tensión constante en las calles y en la sociedad. Se trata de un colofón de regusto amargo. Amargo porque desdice y pone en entredicho la constante más preciada del movimiento que es la del pacifismo a ultranza y sin fisuras. La polémica sobre los infiltrados tiene poco sentido. Si los ha habido, que es probable, no se les puede cargar ni toda ni la parte más considerable de la culpa. Siempre y en todas partes, la misión de los infiltrados, pocos por definición, consiste en aflojar el freno al grueso de los que no lo son pero están dispuestos a ir más allá de lo que marcan las líneas rojas de la propia actuación. Por definición, los infiltrados, si se encuentran solos y aislados, no tienen ninguna posibilidad de éxito.

La actuación de los Mossos d'Esquadra, en más de una ocasión más que discutible, se enmarca en la determinación de sus mandos políticos, que les han ordenado actuar contundentemente con el fin de preservar la Generalitat. Quim Torra llama a defender las instituciones sin añadir que no hay ninguna vía en este sentido que no pase por una defensa cerrada del orden público, es decir del orden establecido. El independentismo, en los cuarteles de invierno, lugar estrecho, propicio a la desorientación, los lamentos, el reparto de culpas, la discordia y las traiciones, o bien reducido a un silencio irrespirable dentro de la tumba de Tutankamón. Hay una diferencia sustancial entre una y otra situación.

Faltan tres semanas para un nuevo momento de verdad, la cita electoral del 10-N. Es allí, y no en la calle ni en los medios de comunicación ni en las redes sociales, donde los dos bandos medirán sus fuerzas. No para proseguir los embates sino para un recuento final antes de la transformación de los desafíos a la luz del día en hostilidades soterradas. Los cuarteles de invierno son provisionales, definitiva la tumba de Tutankamón. La diferencia es que en los cuarteles de invierno el independentismo se preparará para la próxima campaña mientras que en la tumba de Tutankamón estará inmovilizado pero ni muerto ni embalsamado.