Librería que sobrevive

La Memòria se queda

La cultura no es algo que tenga que vivir de la buena voluntad de la gente, suerte, de todos modos, que esta existe

Ambiente pre-Sant Jordi en la librería Calders, en el barrio de Sant Antoni, la mañana del lunes de Pascua.

Ambiente pre-Sant Jordi en la librería Calders, en el barrio de Sant Antoni, la mañana del lunes de Pascua. / periodico

Isabel Sucunza

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Ha ido de muy poco que no haya cerrado La Memòria, la librería con el mejor 'naming' y logo de la ciudad: unas letras borradas en parte por la parte de abajo, que yo entiendo como el pasado, y muy rotundamente definidas por la de arriba, el presente.

Si hace unas semanas anunciaban que bajaban la persiana, ahora anuncian que gracias a dos personas anónimas que creen, con razón, que su funcionamiento hace ciudad y es imprescindible, pueden anunciar que la mantendrán bien arriba.

La Memòria es una de las librerías nacidas en el último estallido poscrisis del sector. El 'boom' de librerías independientes ya se presumía excesivo entonces: demasiados brotes nuevos para tanto desastre. Sin embargo, las instituciones, no paraban de aplaudir.

Pero no son las instituciones quienes han salvado La Memòria in extremis, cuando alguna cosa más que dar el pésame sí que deberían haber hecho. Las librerías independientes asumen tareas que, en principio, no les tocaría hacer: hacen promoción de la lectura, dedican parte de su tiempo y de su espacio físico a actividades educativas, etc. También hacen trabajo social, de barrio, hacen política, incluso. Todas estas funciones, que deberían venir cubiertas desde fuera, se las tienen que trabajar. Es muy fácil de entender: si las campañas institucionales de promoción de la lectura y las asignaturas de letras de los centros educativos funcionaran, si los medios les dedicaran a los libros espacios de calidad, nosotros, libreros, sólo tendríamos que ocuparnos de vender libros. ¿Se ocupa una tienda oficial del Barça de concienciar a la gente de que el fútbol es importante?

Cuando Xavier Cortès, alma mater de La Memòria, habla de estos dos nuevos socios anónimos, se refiere a ellos como dos ángeles; igual deberíamos ponernos terrenales de una vez, sabiendo como sabemos a cuánto va el metro cuadrado en esta ciudad. La cultura no es algo que tenga que vivir de la buena voluntad de la gente, suerte, de todos modos, que esta existe.

Felicidades, La Memòria, y bienvenidos, socios nuevos. Lo pasaremos bien.