Dos miradas

Bocadillos y cátering

Lo más desolador es la atmósfera que rodea el escrito de los jueces del Supremo

El presidente del tribunal del 'procés', Manuel Marchena, en la sesión de este miércoles, en la que el juicio ha quedado visto para sentencia.

El presidente del tribunal del 'procés', Manuel Marchena, en la sesión de este miércoles, en la que el juicio ha quedado visto para sentencia. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Para justificar que los presos tuvieron un juicio justo y que las condiciones en que tuvieron que presentarse ante el Supremo no alteraban su defensa, la sentencia aporta un detalle gastronómico. Dice que la mayoría de preventivos, mientras dura el juicio, comen un bocadillo y una pieza de fruta. Los políticos catalanes, no. Tenían un cátering, con comida caliente, "dos platos y postres". Como si se tratara de una concesión magnífica del tribunal, que tampoco les obligaba a llevar "grilletes ni esposas". Al entrar en estas minucias, la sentencia (hay que repetirlo: en una gran medida está pensada como precaución ante futuras instancias superiores) abandona cualquier registro técnico y se adentra en detalles que no hacen sino demostrar la evidencia de un juicio ejecutado con malicia.

Como decía el editorial de The Guardian, "las penas draconianas avergüenzan a España", pero lo más desolador es la atmósfera que rodea el escrito de los jueces. Los condenados, a pesar de ser tan malos y tan sacrílegos, fueron tratados mejor que un homicida. En lugar de bocadillos, una comida en toda regla. Un cátering. Quizá por eso, para compensar, tienen penas más altas que las de un homicida.