Ideas

Alma en suplicio

El documental de Movistar 'Chelsea XY' pone los pelos de punta, te contagia una tristeza infinita y te permite intuir la respuesta a la famosa pregunta '¿Por qué lo hizo?'

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Ramón de España

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Tomo prestado para esta columna el título español de uno de los mayores éxitos de la difunta Joan Crawford, 'Mildred Pierce', porque no se me ocurre una fórmula mejor para describir la triste vida del soldado Bradley Manning -tras la reasignación de sexo, Chelsea Manning-, el hombre que proveyó a Wikileaks de información sensible sobre las actividades no muy edificantes del ejército de Estados Unidos en sus batallas internacionales. El documental de Movistar 'Chelsea XY' pone los pelos de punta, te contagia una tristeza infinita y te permite intuir la respuesta a la famosa pregunta '¿Por qué lo hizo?'.

Bradley Manning empezó a sufrir el desprecio y el ninguneo de sus semejantes desde la más tierna infancia. Hasta su padre lo echó de casa cuando se percató de sus tendencias sexuales. Se metió en el ejército para ver si lo hacían un hombre, pero ahí siguió el basureo y, además, se dio cuenta de cómo se las gastaba su gobierno a la hora de enfrentarse al terrorismo internacional. Desde su posición de analista, podía acceder a cientos de informes clasificados, y un buen día decidió pasárselos a Julian Assange, un megalómano maestro de la manipulación, para que los mostrara al mundo a través de Wikileaks. Como todos recordamos, Bradley acabó en la trena y el mundo se dividió, como luego con Edward Snowden, entre quienes lo consideraban un traidor o un héroe.

Tras ver 'Chelsea XY', yo diría que el soldado Manning no es ni una cosa ni otra. Lo suyo fue una enmienda a la totalidad, una venganza contra una sociedad que siempre lo había tratado a patadas; y, en cierta medida, su cambio de sexo recuerda poderosamente a la mutación de Arthur Fleck en el Joker. Manning estaba harto de todo y se desquitó de la forma que tenía más a mano. Pero sigue siendo un ser humano perdido en un hábitat hostil, alguien que, según un amigo, “no ha disfrutado de un momento de felicidad en toda su vida”. Cuando intentó meterse en política, no se le ocurrió nada mejor que acudir a un mitin de la extrema derecha, y aunque su intención era enfrentarse a una peligrosa pandilla de energúmenos, las redes lo entendieron al revés y la pusieron de vuelta y media. No hay final feliz en 'Chelsea XY', solo una conclusión abierta que no permite albergar muchas esperanzas sobre el futuro del soldado Manning en su nueva vida como mujer, que es tan deprimente como la de antes, pero con tacones y maquillaje.