IDEAS

Ramplonería de lujo

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Xavier Bru de Sala

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TNC. Estreno de una pieza de la máquina de tricotar versos de Sagarra. Apoteosis impostada final, con más de la mitad del público en pie. No es que el teatro de Sagarra haya mejorado o que se puedan descubrir diamantes entre los tejidos de bagatela. Es que toca aplaudir, ratificar, simular que vamos por buen camino aunque bajemos los escalones que tanto le costaron remontar el TNC. Parada y fonda en la ñoñería bien servida.

En el TNC, toca aplaudir como si el gran Sagarra de las canciones o 'Vida privada' tuviera algo que ver con el 'Sagarreta' teatral

Los jóvenes Pla Sagarra fueron invitados por su talento excepcional a participar en la famosa Penya del Ateneu, de la cual no se ha ponderado suficientemente la importancia en la vida social y política de este país. En mi recuerdo de lector están grabadas tres críticas sucesivas de Pla al teatro de su compañero de genialidad precoz. La primera es elogiosa y cortés. En la segunda ya topamos con reticencias expresadas con sordina pero poco disimuladas. En la tercera, Pla ya no puede más y estalla, la sinceridad se impone sobre el compañerismo. A la contra de la exigencia cultural, de la innovación, el cosmopolitismo y el vanguardismo barceloneses, Sagarra escribía su teatro como un ganapán y trataba a su público como una 'colla de banaus' que le llenaban los bolsillos. Pero casi cien años después, en el TNC, toca aplaudir como si fuera el 'main stream', como si el gran Sagarra de las canciones, el de la primera parte de 'Vida Privada' o las 'Memòries' tuviera algo que ver con el 'Sagarreta' teatral.

Si bastara la pirotecnia verbal, la apuesta del TNC por la ramplonería de 'La Rambla de les floristes' tendría una justificación. Que Sagarra siempre suene bien no es excusa para menospreciar la cultura hasta el punto de servirse de un costumbrismo falsificado para llenar el teatro, y encima hacer gira exhibicionista para marcar tendencia. Todos los personajes hablan como Sagarra versifica, ninguno como Emili Vilanova constató que se expresaban. En fin, que Rosa Boladeras es una muy buena actriz, pero debería haberse negado a declamar el monólogo final con aquella patética grandilocuencia por la que tantos aún babean.

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