Los días que vienen

La respuesta unitaria institucional circulará por carriles sistémicos y de mínimos

Oriol Junqueras, en el Tribunal Supremo.

Oriol Junqueras, en el Tribunal Supremo. / periodico

Josep Martí Blanch

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Días de larga vigilia de la sentencia. Expectación, excitación, nervios. No son estados de ánimo nuevos. Los hemos vivido antes y con mayor intensidad. En el soberanismo y en espacios colindantes mutarán comprensiblemente a indignación, rabia y frustración en cuanto el Tribunal Supremo haga pública la condena. Habrá otros espacios, y también será entendible, en los que las penas dictadas parecerán justas y se sentirán confortados. En la marginalidad, aunque sea notoria, habrá cosas más difíciles de entender, como tomarse un gintónic previamente anunciado para celebrar los años de cárcel que puedan caerles a los acusados. No hay que sorprenderse. En esta pista caben todos los enanos. 

Desde el punto de vista práctico, y dejando a un lado el impacto emocional que en cada ciudadano vaya a tener la última palabra del TS, podemos dar por hecho que la respuesta institucional catalana a la sentencia va a ser el acatamiento. Ni el Parlament ni el Govern van a ir más allá de la gestualidad. Los teóricos soberanistas de la doble ignición para llevar la temperatura a máximos, primero la sentencia y después un 155 o similar, derivado de una respuesta soberanista que fuese más allá del marco jurídico desde las propias instituciones, han plegado velas. En el terreno institucional, los defensores del “cuanto peor mejor” han perdido la partida, aunque lleven galones de general.  

ERC no acompañaría de ninguna manera y las diferencias en el mundo de JXCat son tan insalvables en este punto que tampoco podría seguir una estrategia de este tipo sin que sus contradicciones la hiciesen saltar por los aires de inmediato. 

Así pues, la respuesta unitaria va a ser en el campo institucional subida de tono en lo gestual y en lo verbal. Pero circulará por carriles sistémicos y de mínimos. Cualquier escenario que rebasase esta proyección no podría ser unitaria, pondría en crisis, no solo la composición del Govern sino también su durabilidad, y acercaría la fecha de unas elecciones catalanas que todavía no se quieren convocar, aunque más pronto que serán inevitables.

¿Y la calle? Un marciano podría adivinar que vamos a vivir unos días de grandes movilizaciones de protesta masivas en toda Catalunya. A partir de aquí, como nadie va a liderar en primera persona la respuesta ciudadana, es difícil dar por hecho ningún escenario. Aunque los síntomas apuntan a una toma de conciencia por parte de buena parte del activismo independentista de que una sobrerreacción podría desgastar en exceso y que es mejor preparar escenarios de largo plazo, que no son compatibles con una movilización permanente. 

Ello no quiere decir que las próximas semanas vayan a ser de tranquilidad, buenos alimentos y aquí paz y mañana gloria. Como sociedad tenemos días intensos por delante. Y como el conflicto político no sólo va a seguir en pie, sino que va a agravarse con la condena, entraremos de lleno en la fase de la cronificación, de la que quizás saldremos algún día. De la mano del tiempo y con nuevos liderazgos políticos.