ANÁLISIS
Socialismo deportivo
Antoni Daimiel
Periodista
Antoni Daimiel
España se juega contra Noruega y Suecia el certificado de la clasificación para la Eurocopa 2020. Son equipos y países que no suenan ni tan temibles ni tan inofensivos. Quizá este final de segunda década del siglo XXI deja en un punto medio a los escandinavos: ni tan vikingos ni tan adelantados. Y no me refiero al fútbol: estos eran países que ejemplarizaban la prosperidad y el progreso colectivo hace 40 años, cuando aún aquí estábamos en vuelta de reconocimiento de la aventura democrática.
El deporte se dirime más que nunca en el contrapeso, en un mismo plato, de esos dos ingredientes antagónicos que siempre viajan juntos, como lo hicieron ganando Champions Cristiano y Benzema. El deporte abraza más que nunca el conflicto existencial entre el impulso colectivo y el individual, entre el socialismo y el mercado, entre Messi y Dembélé.
Mientras el Liverpool presume de éxitos recientes desde la reivindicación del colectivismo socialista (sic) por parte de su director general y de su entrenador, la NBA, que siempre defendió su espíritu igualitario con regulaciones como el 'draft' y el límite salarial, sufre ahora la mayor crisis conocida en su negocio global. Por culpa de un tuit de postureo, a destiempo y a desmano, la liga profesional estadounidense más progresista y abierta al mundo ha chocado de bruces contra el último salto de resorte de esa máquina política y económica que es China. También 40 años hay que remontarse para explicar los secretos de la poderosa China actual, del socialismo científico o de la llamada economía de mercado socialista de Deng Xiaoping.
La defensa del bien común
No hay seguramente otro modo de conseguirlo, pero no hay mayor espíritu colectivista que el intento sobrehumano de bajar de las dos horas en un maratón con 41 liebres sincronizadas en relojería. Y solo desde la defensa del bien común se puede entender el argumento de Imanol, el entrenador de la Real Sociedad, cuando dice que Messi no encajaría en el equipo donostiarra. O ni siquiera.
El Barcelona de baloncesto entró en modo desesperado después de varios experimentos frustrados en el laboratorio de química. Así que, quién sabe por qué ahora y con qué prisas, recurrió a las finanzas, al mercado y al barril de Brent de crudo talento para levantar la barrera de gasto y solucionar años de problemas. Cualquier inversión de este tipo tiene su dependencia social: al talento hay que sumarle el compromiso individual para con el grupo. El termómetro principal será la Euroliga, donde la motivación no se negocia.
El primer ministro sueco y socialista Olof Palme transmitió en los años 70 que el hombre nuevo escandinavo no dependía ni necesitaba de nadie para sobrevivir o realizarse. La independencia de la felicidad. En deporte, ya ni el tenis funciona así. Actualmente en Suecia uno de cada cuatro hogares es unipersonal y uno de cada cuatro suecos muere sin que nadie reclame el cadáver. A Palme lo asesinaron por la espalda saliendo del cine tras ver una comedia y nadie nunca pudo reclamar ni resolver la autoría.
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