Lecciones de un templo histórico

La Sagrada Família como síntoma

La historia reciente del templo expiatorio ha revivido antiguos debates y ha generado algunos nuevos que evidencian la carencia de un modelo urbanístico de ciudad.

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Daniel Módol

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La historia reciente del templo expiatorio de la Sagrada Família ha revivido antiguos debates y ha generado algunos nuevos que evidencian la carencia de un modelo urbanístico de ciudad.

La aceleración del ritmo de las obras del templo-museo de la Sagrada Família ha provocado la respuesta por parte del consistorio, el posicionamiento de los colegios profesionales y la radicalización en la postura de los <strong>vecinos </strong>con sus demandas históricas. De no haber emergido como una seta primaveral, hoy la Sagrada Família dormiría en el imaginario colectivo de la ciudad como aquel edificio incompleto que Gaudí inició hace varias generaciones, ocupando el lugar donde Cerdá había previsto un hipódromo en su plan y que acabó por dar nombre a un vecindario hastiado de la sobreocupación turística.

La ciudad ha ido a remolque durante los últimos 20 años, tal vez confiada de que el invento jamás vería la luz o que acabaría por ser un vestigio más de un pasado poco reconocido, como las baterías antiaéreas del Turó de la Rovira, convertidas hoy en cita obligada para foráneos.

Señales de alerta

Sin embargo, con la astucia y el trabajo silencioso del patronato del templo, los trabajos constructivos han ido avanzando a la par que los turistas se han multiplicado y con ellos los problemas sobre la movilidad en la zona y la gentrificación del barrio. El proceso de turistificación aberrante del ámbito ha confirmado a la Sagrada Família como polo principal, por delante incluso del Museo del Fútbol Club Barcelona.

La contradicción entre iniciar una guerra necesaria contra los alojamientos turísticos ilegales, paralizar proyectos de hoteles de manera indiscriminada y simultáneamente favorecer los planes de expansión de los dos principales focos de atracción de visitas de la ciudad es una más de las señales de alerta sobre la falta de modelo que sufre nuestra ciudad en el último decenio.

El hecho de que se le haya concedido al templo una licencia de obra 130 años más tarde (ha estado operando con una de 1880) y la necesidad de la aprobación de un plan urbanístico que regularizase la situación actual ha confirmado que en nuestra ciudad es posible la patada para delante y la impunidad urbanística premiada con una licencia de ocasión. ¿Dónde ha quedado el urbanismo participativo y el interés general en las operaciones de transformación de la ciudad? ¿Cómo es posible no dar respuesta a la complejidad de la operación de una sola vez? ¿Merecen los vecinos ser obviados en todo este proceso? ¿Quiere esta ciudad evidenciar de esta manera la improvisación en su urbanismo?

Desde el punto de vista del patrimonio arquitectónico, una ciudad que ha presentado recientemente su candidatura a ser la capital mundial de la arquitectura a la Unesco no puede hacerse trampas al solitario atribuyendo a Gaudí lo que es de Baulí (el arquitecto actual) y mucho menos permitir que tal engaño pueda justificar la ilegalidad y el antojo arquitectónico que marcará para siempre el 'skyline' de la ciudad. La fe ciega en las mentiras aposentadas está de moda en el país, pero las arquitecturas monumentales perviven tras los procesos sociopolíticos y no entienden de tendencias. La Sagrada Família va a estar ahí creciendo 'ad infinitum', continuando su propio 'procés'. La ciudad debería dar un paso al frente y tomar la iniciativa en todo aquello que está por venir en el urbanismo de la ciudad, especialmente en operaciones de este calado.

Por encima del interés general

Resueltas las incógnitas sobre la falta de planificación y legalidad de las obras, sobre la falsedad de atribuir la autoría a Gaudí, más allá de una pequeña parte del templo, los promotores han decidido que ha llegado el momento de debatir sobre “unas escaleras”, tratando de este modo de imponer su criterio al interés general de la ciudad una vez más.

¿Volveremos a cometer los mismos errores como ciudad? ¿Cederemos de nuevo la iniciativa a solamente una de las partes interesadas? ¿Valdrán y prevaldrán los falsos argumentos de la autoría de Gaudí esgrimidos para seguir acomplejando al consistorio? ¿Seguiremos sin validar y contrastar la necesidad y la calidad urbana de la intervención?

La ciudad debe recuperar el liderazgo sobre su urbanismo, atender a las demandas de los vecinos en su justa medida y colaborar con los profesionales expertos, los colegios profesionales y las universidades para generar un nuevo liderazgo

*Arquitecto y urbanista.