Transformación del mapa de partidos de la posguerra

La balcanización política de Europa

La consecuencia más evidente de la fragmentación del sistema de partidos es la incapacidad para formar gobiernos estables

La balcanización política de Europa.

La balcanización política de Europa. / MONRA

Alexandre Muns Rubiol

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El próximo año se conmemorará el 75º aniversario de la victoria sobre el fascismo. Impulsadas por el plan Marshall y la fundación de las comunidades europeas (CECA 1951, CEE 1957), las economías de Europa occidental se recuperaron con celeridad de la destrucción de sus ciudades, fábricas e infraestructuras. El sistema político que se desarrolló a partir de 1945 combinó la reaparición de partidos históricos como el socialdemócrata alemán (SPD) y la creación o cambio de nombre de otros cuya característica común era la moderación.

En Europa occidental, democracia cristiana, liberalismo y socialismo democrático gobernaron sin demasiadas dificultades, en algunos casos en coaliciones amplias (Italia) y en otros mediante un partido mayoritario y un socio menor (Alemania). En el sur de Europa el prestigio que se granjeó el comunismo por su lucha contra el nazismo puso en apuros incluso a Estados Unidos. La ayuda material y financiera del plan Marshall, la inclusión del partido comunista en grandes coaliciones (Italia) y la fuerza militar (Grecia) evitaron que Stalin controlara aún más territorio al oeste del telón de acero.

Los dorados años 50 y 60 tuvieron como mejor exponente el milagro económico de Alemania occidental. Hasta la caída del muro de Berlín y el hundimiento del comunismo en Europa oriental en 1989-91 no se fraguó la transformación de los sistemas políticos. A los partidos tradicionales les empezaron a pasar factura sus escándalos de financiación y casos de corrupción. El reparto desvergonzado de cargos en las grandes coaliciones entre la democracia cristiana y la socialdemocracia (en Austria) colmó la paciencia de sus habitantes, al igual que sucedió con las inestables coaliciones italianas. Los demagogos y carismáticos Jean-Marie Le Pen en Francia, Jörg Haider en Austria y Geert Wilders en los Países Bajos fundaron partidos xenófobos para explotar el resentimiento contra la inmigración no europea. La consecución de un elevado nivel de vida provocó la fundación y gradual ascenso de partidos ecologistas. Al este del telón de acero, el hundimiento del comunismo propició la creación de múltiples partidos que abarcan todo el arco ideológico.

Intereses sectoriales

La prosperidad permitió la fundación de partidos cuyo cometido es la defensa de intereses sectoriales como la agricultura o actividades como la caza. Magnates como Silvio Berlusconi se aprovecharon del hartazgo con las corruptas e inestables grandes coaliciones compuestas de hasta cinco partidos (pentapartitos). En Escandinavia y el norte de Europa el centroizquierda y centroderecha se mantiene en el poder a pesar del relativo éxito de partidos xenófobos.

La crisis ha auspiciado una segunda ola de partidos populistas de derechas

La mayoría de países mantiene sistemas electorales proporcionales, que favorecen la obtención de representación parlamentaria por parte de pequeños partidos. Las crisis económicas causadas por el pinchazo de las burbujas de las tecnológicas en el 2000 y de la especulación inmobiliaria y financiera a partir de 2007 han asestado otro golpe a los partidos mayoritarios. Las clases medias y bajas no se han recuperado de la pérdida de su patrimonio y medidas de austeridad. Esta circunstancia ha auspiciado una segunda ola de partidos populistas de derechas que responde también al deseo de nombres y caras nuevas. La negativa de la derecha tradicional en Alemania, Francia y Países Bajos a forjar coaliciones a nivel nacional con la extrema derecha xenófoba seguramente ha aumentado su atractivo a los ojos de una población que desea recetas fáciles ante la inmigración, las mayores desigualdades y el terrorismo yihadista. La población también se ha rebelado -especialmente en el Reino Unido con el 'brexit'- contra una integración europea demasiado dependiente del liderazgo de las élites y con una burocracia desconectada de las dificultades cotidianas de los ciudadanos.

La tecnología y las redes sociales han disminuido los costes de entrada financieros para nuevos partidos. Los partidos tradicionales son incapaces de encontrar recetas contra la destrucción presente y futura de empleo fruto de la automatización, proliferación de robots y la inteligencia artificial. El descontento ante una globalización a la que se le atribuye la inmigración, el cambio climático y el avance tecnológico es terreno fértil para nuevos partidos populistas cuyos líderes prometen restablecer el orden y prosperidad. Paradójicamente, la consecuencia más evidente de la fragmentación política es la incapacidad para formar gobiernos estables y la necesidad de repetir elecciones.      

*Profesor de la OBS Business School. 

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