SANIDAD PÚBLICA

Deslomarse

HOSPITAL DE L'ESPERANÇA. Acciones manuales o la aplicación de calor sobre la zona de las vértebras cervicales son tratamientos comunes en las sesiones de fisioterapia.

HOSPITAL DE L'ESPERANÇA. Acciones manuales o la aplicación de calor sobre la zona de las vértebras cervicales son tratamientos comunes en las sesiones de fisioterapia.

Mar Calpena

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Dicen algunas estadísticas que cuatro de cinco personas sufrirán dolor de espalda en algún momento de su vida. El dolor lumbar es, según otras cifras, la dolencia benigna más extendida (y que más gasto médico provoca) en el mundo entero. Y, sin embargo, no se le dedican maratones, ningún famoso hace de él su bandera, ni, pese a ser la primera causa de <strong>baja laboral</strong> en todo el mundo, se lo considera un problema de salud pública de primera magnitud. Por eso es una buena noticia -o, como mínimo, el embrión de una buena noticia- que el distrito de Nou Barris y el Col·legi de Fisioterapeutes de Catalunya hayan firmado un acuerdo para que cinco ambulatorios del barrio puedan prescribir a sus pacientes talleres de varias sesiones de educación en la salud de la espalda, así como otros destinados a tratar a los afectados de fibromialgia.

Y lo es por razones diversas: en primer lugar, esta prescripción social -que ya se lleva a cabo en algún otro ámbito, como la salud mental- parte de un modelo biopsicosocial que entiende la salud como algo que va más allá de la pura mecánica biológica, y que está estrechamente relacionado con las condiciones, tanto particulares como sociales, en las que vivimos. Un modelo que pone al alcance del paciente herramientas para que sea lo más autonómo posible (con una potencial reducción de visitas a una atención primaria colapsada) y pueda mejorar su calidad de vida (a ser posible, además, sin pasar por soluciones farmacológicas, lo que de paso reduce el gasto). Un modelo que entiende que el dolor crónico, en claro aumento en un Occidente cada vez mayor y más sedentario, a menudo responde mejor a la prevención, el ejercicio y a las terapias manuales. Estas intervenciones, por desgracia, suelen quedar fuera de la cobertura de la sanidad pública,  y hacen que se llegue tarde y mal a remediar problemas que hubieran podido ser más leves para el paciente y más livianos para las arcas públicas de haberse tratado antes. Deslomémonos, pues, por nuestra espalda.