Dos miradas

El catalán y la delación

Proteger una lengua con alambres de espinos no es el mejor modo de animar a amarla

Un comercio regentado por paquistanís en el Eixample de Barcelona.

Un comercio regentado por paquistanís en el Eixample de Barcelona. / periodico

Emma Riverola

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No es nuevo, pero el fenómeno se ha intensificado. Twitter se ha poblado de denuncias de locales o servicios -bares, panaderías, restaurantes, también centros médicos- en los que el usuario ha sido atendido en castellano. El catalán, como lengua oficial, debe ser <strong>protegido </strong>y alentado. Más aún cuando se trata de una lengua minoritaria. Otra cosa es el modo que se elige para promocionar su uso.

En los años 70, los barrios obreros reclamaban la escuela pública en catalán. El movimiento vecinal, aupado por el PSUC, sabía que la reivindicación era imprescindible para que los hijos de la inmigración se integraran en la sociedad catalana. Aquel era el ánimo: integrar, no atacar. Los idiomas están cargados de emoción, pueden convertirse en puente o en frontera. La elección es relevante. Que el objeto de la denuncia tuitera tenga como principal objetivo a personas inmigrantes que no conocen el catalán añade a la delación un desprecio social difícil de digerir. Proteger una lengua con alambres de espinos no es el mejor modo de animar a amarla. Un último apunte: el castellano forma parte de la cultura catalana desde el siglo XVI.