Opinión | Editorial

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Moción de censura electoralista

El verdadero objetivo de la iniciativa no era Torra, sino recabar argumentos de campaña contra Sánchez

Lorena Roldán y Carlos Carrizosa, junto a Albert Rivera, llegan al Parlament, el pasado 1 de octubre.

Lorena Roldán y Carlos Carrizosa, junto a Albert Rivera, llegan al Parlament, el pasado 1 de octubre. / periodico

Para confirmar la evidencia de que se trataba, en realidad, tan solo de una iniciativa electoralista con la vista puesta en el 10 de noviembre, la moción de censura presentada por Ciudadanos contra Quim Torra derivó en un enfrentamiento del partido de Albert Rivera con el PSC, intermediario del objetivo final, el PSOE. Sin sorpresas, la moción fracasó al logar solo 44 votos (Cs y PP) frente a los 76 contrarios (Junts per Catalunya, ERC, CUP y Comuns). El PSC se abstuvo.

La nueva portavoz de Cs, Lorena Roldán, dirigió sus dardos contra Torra, pero también contra Miquel Iceta, quien llegó a ironizar al preguntarse si la moción no iba en realidad contra él. El argumento principal para atacar al PSC fue que, al no alinearse con los constitucionalistas, se convertía en «cómplice» de Torra, pero, como recordó Iceta, aunque los socialistas hubieran votado a favor de la moción, la censura también hubiese fracasado porque la aritmética parlamentaria es implacable. Este razonamiento, que utilizó repetidamente Inés Arrimadas para no presentarse a la investidura pese a ser el partido más votado en las elecciones de diciembre del 2017, fue menospreciado ahora por Roldán, al asegurar que lo importante no era el triunfo de la moción, sino la suma de los constitucionalistas.

El portavoz de ERC, Sergi Sabrià, tampoco obvió el 10-N y dirigió sus ataques al PSC con el propósito de impedir que de las próximas elecciones generales pueda salir un pacto entre el PSOE y Ciudadanos. En el fondo, la iniciativa ha sido un regalo a Torra, que ni siquiera tuvo que intervenir y delegó la réplica a Roldán en la portavoz del Govern, Meritxell Budó, quien no se ruborizó ni cuando acusó a  Cs de utilizar las instituciones para fines partidistas, algo sobre lo que los partidos independentistas no pueden dar precisamente lecciones.

Aunque Rivera haya levantado el veto al PSOE, el debate demostró que Pedro Sánchez sigue estando en el punto de mira de Cs, un partido al que las encuestas sitúan a la misma altura que Vox, con la pérdida de casi la mitad de sus diputados.