Al contrataque
La vacuna de los libros
José Alberto, conductor de un camión de la limpieza en Colombia, fue capaz de levantar un proyecto de biblioteca comunitaria que se ha acabado extendiendo por todo el país
Carles Francino
Periodista
Carles Francino
No he sido nunca demasiado religioso ni tampoco un convencido de la fuerza del destino; en cuanto a las casualidades, ya dejó dicho Santiago Ramón y Cajal que “no sonríen al que las desea sino al que las merece”. Aunque debo admitir que, en ocasiones, se me han cruzado historias que parecían directamente colocadas aposta. Y algo de eso me ocurrió hace unos días, cuando saboreaba la columna que escribió Jordi Nadal, editor de Plataforma Editorial y cuyo último trabajo, 'Libroterapia', proporciona pistas muy claras sobre su filosofía de vida. Decía Nadal, entre otras cosas, que “probablemente, el secreto de la lectura es que nos ha estado esperando para llegar a hacernos algo más enteros como personas”.
Y en esas estaba yo, dándole vueltas a la frase y buscándole un sentido al azar literario, cuando me atropelló una historia con los libros como protagonistas. ¡Qué casualidad! Una historia de esas que te hacen sentir privilegiado por ejercer el oficio de periodista -contar a la gente cosas que le ocurren a la gente- y por habitar en un medio como la radio. Sí, se puede ser feliz trabajando. Y creo que José Alberto Gutiérrez también podría decirlo, aunque su ocupación haya sido otra muy distinta. Este colombiano, cuyo relato me conmovió al asomarse la otra tarde a 'La ventana', trabajó en su país durante 25 años como conductor de un camión de la limpieza; pero es que durante ese mismo tiempo fue capaz de levantar un proyecto de biblioteca comunitaria que se ha acabado extendiendo por todo el país.
Su cuadrilla se encargaba de revisar los cuartos de basuras de varias urbanizaciones donde la gente tiraba de todo, incluidos libros. Hasta que un día se topó con 'Anna Karenina'… ¡hasta ahí podíamos llegar! Tolstoi repudiado. Y José Alberto empezó a acumular libros en casa, después en la biblioteca y finalmente a repartirlos por todas las regiones de Colombia; en uno de los envíos llegó a acarrear ocho toneladas. Literatura al peso. Pero es que además resulta que su proyecto se denomina 'La fuerza de las palabras' -otra casualidad-, título oportunísimo en este contexto general donde distintas formas de fe (politica, económica, cultural, religiosa, incluso deportiva…) amenazan a la razón.
Lo trivial y lo tribal
Hoy no suelen mandar las palabras sino las vísceras; los dogmas ganan a los argumentos y la duda te convierte en sospechoso o traidor. Pero José Alberto -que lleva un año en el paro porque su empresa cerró- se define a sí mismo como “agente de cambio de paz”; y asegura que “el libro es el símbolo de nuestra esperanza”. Será por lo que escribía Jordi Nadal, porque “las buenas lecturas ahuyentan lo trivial y lo tribal”. Propongo un plan nacional -y estatal- de fomento de la lectura.
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