Análisis

Catalunya, en el corazón (de la campaña)

Ante la inminencia de la sentencia del Tribunal Supremo y de la reacción que puede haber en la calle, Catalunya se ha convertido en el corazón de la campaña electoral

Manifestantes independentistas rodean la Ciutadella, cerca del Parlament, en octubre del 2017.

Manifestantes independentistas rodean la Ciutadella, cerca del Parlament, en octubre del 2017. / periodico

Rosa Paz

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Hace ya tiempo que la situación de Catalunya condiciona la política española. Es, incluso, una de las razones que dificultan la consecución de acuerdos para la investidura de un presidente de Gobierno, dadas las posiciones enfrentadas que unos y otros partidos mantienen sobre esta cuestión. Uno de los argumentos que esgrimió Pedro Sánchez para no pactar con Unidas Podemos fue precisamente la desconfianza en si la formación de Pablo Iglesias iba a ser leal al Gobierno –del que podría haber formado parte– cuando se conozca la sentencia del juicio del ‘procés’. El candidato socialista tampoco quería depender de la abstención de ERC, porque la reacción del partido de Oriol Junqueras a la decisión del Tribunal Supremo podía ponerle en una situación delicada. También en la oferta–trampa que Albert Rivera hizo a Sánchez en las horas previas a que venciera el plazo de investidura uno de los elementos clave volvía a ser la aplicación del artículo 155, en la que el líder de Ciudadanos está empeñado sean cuales sean las circunstancias. 

Si Catalunya ya era uno de los asuntos estrella de la política española, porque representa el mayor problema institucional que ha surgido en estos 40 años de democracia y el de más compleja solución, ahora, ante la inminencia de la sentencia del Tribunal Supremo y de la reacción que puede haber en las calles catalanas, Catalunya se ha convertido en el corazón de la campaña electoral. Dicen que la sentencia se podría conocer a finales de la próxima semana, pero en los últimos días los líderes políticos se han adelantado y no han hablado de otra cosa que del conflicto catalán. Claro que la torpe, cuando no justificativa, respuesta del ‘president’ Torra y de los políticos independentistas a la detención de nueve miembros de los CDR, acusados de terrorismo, se lo ha facilitado.

Así que los líderes políticos están fijando su estrategia de campaña. La derecha, PP y Ciudadanos, mantendrán su posición de intransigente dureza y exigirán, como ya exigen, la intervención de la autonomía. Nada nuevo. Más difícil es saber qué hará exactamente Unidas Podemos, que se mueve entre dos aguas. Es a Sánchez a quien este asunto le viene de perlas para vender una imagen de firmeza frente a los independentistas, uno de los ejes de su campaña junto a la garantía de estabilidad gubernamental, para la que pide una victoria más rotunda, y la moderación como medio para alejarse de los que hace nada iban a ser sus socios preferentes –con vicepresidencia y tres ministerios– y a los que ahora califica de extrema izquierda. 

Se trata, como explicó su gurú, Iván Redondo, en la Deusto Business School de atraer a «la mayoría cautelosa», que es la que, en su opinión, no quiere aventuras e inclina la balanza a favor de uno u otro partido. En la Moncloa creen que trasladar la imagen de político firme pero dialogante frente a los soberanistas –«la única solución es ley y diálogo, pero no puede haber diálogo sin ley», dijo el domingo en Gavá durante la Festa de la Rosa del PSC– ayuda a Sánchez en ese viaje al centro que, si le sale bien, le reforzará como presidente.