Dos miradas

Fronteras del 1-O

A partir de aquí, todo fueron heridas. Entre los que vivieron la víspera de la votación derrochando ilusión y los que se iban sumiendo en la tristeza

Pleno del Parlament, con Miquel Iceta

Pleno del Parlament, con Miquel Iceta / periodico

Emma Riverola

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El 1-O creó una frontera. No se parecía a la que tantos anhelaban. Y, quizá, ni siquiera fue una sola ni fue la primera.

La primera frontera se gestó, a golpe de leyes apresuradas y trifulcas parlamentarias, entre los que reconocían el 1-O como un referéndum legalreferéndum legal y los que advertían, no solo de su ilegalidad, sino de los problemas que comportaría el compromiso de sus promotores a acatar el resultado y conducirnos a una DUI. A partir de aquí, todo fueron heridas. Entre los que vivieron la víspera de la votación derrochando ilusión y los que se iban sumiendo en la tristeza, ni se sentían parte de la fiesta ni le auguraban un buen final.

El día amaneció de plomo y pronto se tornó aún más sobrio. Aquel domingo se tiñó de épica. La alegría de los que votaron, tan radiante que parecían haber ganado mil batallas, la rabia de los golpeados, la indignación ante esas imágenes que dieron la vuelta al mundo, la impotencia de tantos y la congoja al adivinar que, a partir de ese momento, todo iría irremediablemente peor. Fronteras y más fronteras que han cuarteado un país hasta poblarlo de islas de incomprensión