Víctimas contra el silencio

Verdad y miedo

Esa mujer que habla en un intento heroico de hacer justicia y que no les pase lo mismo a otras merece toda tu atención

Ilustración de Maria Titos

Ilustración de Maria Titos / periodico

Mónica Vázquez

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Si aquella noche me hubiese tomado una copa, una sola, no habría sido capaz de reaccionar con la velocidad suficiente. No habría pensado en usar la puerta del baño de aquel bar, hasta entonces mi único escudo, como arma. No habría podido correr lo suficientemente rápido por aquel oscuro pasillo hacia la luz, el ruido, los demás. No habría podido huir del destino de tantas otras. Y habría otra voz más en la oscuridad, desgarrando el silencio con el grito de miles: creedme. Creedme. Mi vida es un amasijo de dolor y fuego y me estoy quemando. Creedme, porque me estoy ahogando en la soledad de una historia que derrumbará mil otras y nada, nada me había preparado para esto. Creedme, porque nadie jamás se inventaría tal cosa. Nadie quiere ser la víctima. Nadie quiere llorar hasta quedarse dormida. Llorar hasta que duelen los huesos y buscarse en los restos de una vida que ya no existe, en el sangrante horizonte en el que nada, jamás, volverá a ser puro y sencillo.

Y esa mujer, esa superviviente que se niega a desaparecer en el dolor y en la impotencia, que da un paso al frente y habla en un heroico intento de hacer justicia y evitar que les pase lo mismo a otras, merece todo tu tiempo. Toda tu atención. Y todo tu agradecimiento.

'Creedme' nos trae el horror de una joven que debe contar su violación una y otra vez

Pero de qué sirven las palabras si nadie las escucha. De qué sirve la verdad si nadie cree en ella.

El movimiento #MeToo empezó una guerra contra el silencio, contra la complicidad del miedo. Nos hemos asomado a los límites de la humanidad y no hemos cerrado los ojos. Hemos visto un dolor infinito, una crueldad inconmensurable. Y, poco a poco, encontramos las palabras.

Series como ‘Creedme’ en Netflix, nos trae el horror en píldoras narrativas difíciles de tragar, pero tremendamente efectivas. Jamás había visto un primer episodio tan duro, tan trepidante y tan difícil de ver. En él sufrimos el dolor de Marie, una joven violada en su dormitorio a altas horas de la noche. Pero el horror acaba de comenzar. Marie tiene que contar lo que le ha sucedido tantas veces que el espectador pierde la cuenta, y quiere perderla. Amigos, familia, policía… le piden que repita la historia, que reviva los acontecimientos, constantemente. Para buscar nuevos detalles. Para contrastar sus palabras. Y, al final, para desacreditarla por completo, violándola de nuevo a golpe de un indiferente paternalismo que le arrebata lo único que la mantenía a flote: su maldita verdad.

Nos resistimos a pensar que el mundo en el que vivimos sea capaz de tales horrores

Al terminar el primer episodio no quieres seguir viendo más. Sabes que no es ficción, sino la verdad que ahoga y mata a incontables mujeres, por todo el planeta. Porque la realidad siempre supera la ficción. Nos gusta creer que dicha afirmación es solo un gancho publicitario, que las historias que nos cuentan son solo eso, historias. Como dice Marie en ‘Creedme’, no hay nada más difícil de creer que una verdad que atenta contra nuestra idea de la verdad. Apagamos los hechos con prisas. Nos resistimos a pensar que el mundo en el que vivimos, el mundo que hemos construido, sea capaz de albergar semejantes horrores, pero nos mata, nos devora, nos mutila, nos viola.

Vestimos de fantasía todo lo que no casa con nuestra idea del mundo, y lo consumimos con la parsimonia del privilegio y la displicente ignorancia del que no quiere aprender, disfrazándonos de sorpresa. Pero lo cierto es que lo sabemos: sabemos que la realidad supera a la ficción, y solo dándole una oportunidad a lo imposible llegaremos hasta la verdad. Solo creyendo a estas mujeres podremos construir un mundo en el que la verdad de hoy será la ficción de mañana.

Decía Ortega y Gasset que un héroe es aquel capaz de vivir su verdad hasta la máxima expresión de la misma, enfrentándose a las consecuencias sociales de llamar a las cosas por su nombre y no rindiéndose jamás ante la adversidad. Decía que la sociedad siempre intentará vilipendiar a los héroes, hacerlos pasar por locos, ignorándolos y deslegitimándolos, tildándoles de exagerados, mentirosos, mentes viciadas por la falta de mundo o experiencia. Decía que la sociedad hará siempre lo impensable con tal de no evolucionar. Negará evidencias. Ignorará el llanto desgarrado del mundo. Pero esos héroes son los arquitectos del futuro, los artífices del progreso. Y sin ellos, no hay mañana.

No se me ocurre mejor definición para un héroe que esa. Y no se me ocurre un mejor ejemplo de ‘héroe’ que el de esas mujeres que no se dejan aplastar por sus circunstancias y luchan, palabra a palabra, por construir un mundo mejor. Tengamos el valor de creerlas.

*Periodista y músico.