TV
Saltadores de trampolín
Mikel Lejarza
Doctor en comunicación audiovisual
Mikel Lejarza
Los libros, las artes plásticas, la música o el teatro nos cuentan lo que hacemos, sentimos y soñamos. Son lenguajes para contar historias que nos definen. De ahí que se estudien en las escuelas de todo el mundo con mayor o menor intensidad, porque eso que llamamos cultura es el mejor medio para conocernos a nosotros mismos. Pero los tiempos, como cantaba Dylan "están cambiando", e incluso esto debe de ser objeto de adaptación al presente. Borges decía que "todas las historias estaban en Homero" y probablemente tenía razón, pero cada época tiene su propia manera de contarlas, y en la nuestra el idioma preferido es el audiovisual. ¿Por qué entonces no enseñarlo como parte de una buena formación tal y como se hace indiscutiblemente con la literatura o la música?
Para algunos equiparar el conocimiento de Shakespeare o el Quijote a los mejores guiones de Aaron Sorkin; o la belleza de las creaciones de Miguel Ángel a las películas de Scorsesse o Kubrick, sería como poner a Mozart y Beethoven a la altura de los Beatles o Pink Floyd, un desvarío; pero no entremos en la categorización de lo que es cultura y de lo que no, porque es un debate que nos llevaría a confundir nuestros gustos personales con el hecho de que cultura es todo aquello que nos caracteriza, sean tradiciones, ideas, costumbres o conocimientos. Y la realidad es que tras las horas dedicadas a dormir y trabajar, la actividad a la que más tiempo dedicamos los humanos en nuestro tiempo libre es al consumo y las posibilidades que ofrece el lenguaje audiovisual. Por tanto, si nadie cuestiona que se den clases de educación vial, ¿por qué no hacer lo mismo y formar en un mejor conocimiento del audiovisual a quienes lo van a tener como primer lenguaje en su vida?
Las clases de literatura no pretenden señalar quién es el mejor escritor, sino el conocimiento por parte de los alumnos de bastantes de los mejores, para que luego puedan libremente elegir entre ellos discerniendo la literatura que nos construye de la que aburre. Una buena formación audiovisual debería tener como objetivo no el colocar unos géneros sobre otros , sino entender, por ejemplo, los funcionamientos y estrategias que hay detrás de las fake news y poner en valor lo auténtico (sea entretenimiento o información) sobre lo falso por mucho que en ocasiones se disfrace con postureo periodístico. Que ayudara al público a discernir lo auténtico e innovador sobre la falta de imaginación. A diferenciar el auténtico periodismo sobre el revuelo. La música sobre el ruido. Y si luego el televidente libremente elige al ruido, que sea consciente de que se trata de entretenimiento legítimo, pero no de la vida real.
Roger Ailes, el expresidente de Fox News a quien se refiere la serie The Loudest Voice, decía que en un debate entre dos candidatos, uno que explicara la solución a todos los problemas, y otro que se cayera del escenario, el público y los medios recordarían más al segundo. Y que por tanto lo importante era atraer la atención del espectador aunque fuese falseando deliberadamente la realidad. Se trata de evitar eso, porque si no en vez de ideas y soluciones, solo exigiremos hábiles saltadores de trampolín.
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