Opinión | Editorial

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Regreso a una desobediencia estéril

Tanto en Barcelona como en Madrid aumenta la tensión política antes de la sentencia del 'procés'

El cantautor y exdiputado Lluís Llach, la actriz Sílvia Bel, el periodista y exdiputado Antoni Baños y la portavoz de Somescola, Teresa Casals colocan la pancarta en la Generalitat.

El cantautor y exdiputado Lluís Llach, la actriz Sílvia Bel, el periodista y exdiputado Antoni Baños y la portavoz de Somescola, Teresa Casals colocan la pancarta en la Generalitat. / periodico

En medio de la impresentable bronca política entre diputados y bajo el impacto de la noticia de que los siete miembros de los Comités de Defensa de la República detenidos en la operación Judas habían sido enviados a prisión por el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, el Parlament regresó el jueves a la estéril senda del choque institucional. La institución aprobó unas resoluciones que avalan la desobediencia como respuesta a la inminente sentencia del Tribunal Supremo (TS) a los líderes políticos y sociales del ‘procés’, que instan a impulsar la amnistía de los presos y la autodeterminación de Catalunya y que exigen la salida de la Guardia Civil de territorio catalán. Siguiendo un guion que en el pasado ya se ha comprobado que no soluciona nada, el Gobierno central anunció este viernes que piensa recurrir al Tribunal Constitucional (TC) estos acuerdos. Dos tribunales, el TC y el TS, que el Parlament, en otra resolución aprobada, afirma que rechaza porque forman parte de las «imposiciones antidemocráticas del Estado español».

Tras un tiempo en el que la retórica unilateralista se había reducido más a gestos que a acciones, las resoluciones aprobadas por el Parlament –pese a que no tienen peso normativo– marcan un regreso a la estrategia de la confrontación por parte del independentismo. Junts per Catalunya se siente cómodo en ella, no así ERC, que en los últimos tiempos se había esforzado por evitar una espiral de tensión. El hecho de que se aprobaran estas mociones muestra lo complicado que será gestionar la sentencia del TS en caso de que sea dura con los encausados. Resulta preocupante que cuando aún no se conoce el fallo, la tensión (verbal y política) haya regresado tanto en Barcelona como en Madrid. En el Parlament fueron lamentables las escenas que protagonizaron diputados del bloque independentista y de Ciutadans y del PP. Además, algunos discursos fueron impropios del mínimo respeto democrático. En Madrid, los partidos de la derecha y cierta prensa han equiparado al independentismo con el terrorismo de ETA a cuenta de la operación Judas, una hipérbole injusta.

Como suele, el Gobierno de Pedro Sánchez insistía este viernes en la obviedad de que no se dan las circunstancias para aplicar el artículo 155. La presión de la derecha, ya elevada, aumentará a medida que se acerque el 10-N. La cita electoral no ayuda a serenar los ánimos. La coincidencia de la campaña con la sentencia es una de las consecuencias más lamentables del fracaso de la izquierda en las negociaciones de la investidura.

En Barcelona, el ‘president’ Quim Torra volvió a gesticular con la desobediencia a la justicia. Cuando los Mossos d’Esquadra se disponían a retirar la pancarta por la liberación de los presos, Torra ordenó quitarla, para después permitir que se colgara otra en favor de la libertad de expresión, como sucedió en la campaña de las elecciones del 28-A. Por tanto, pese a toda la retórica, acabó retirando la pancarta como dispuso el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TJSC). Pero, por el camino, se tensa a la sociedad catalana y se eleva la tensión política en unos momentos en que urge todo lo contrario: responsabilidad y evitar la confrontación.