Peccata minuta

Ansu y Greta

Dos criaturas han saltado a la temprana edad de 16 años a todas las portadas por abanderar dos causas de vital importancia para el planeta: el cambio climático y el futuro del Barça

Jordi Alba felicita a Ansu fati tras el 1-0 de este al Valencia en el Camp Nou.

Jordi Alba felicita a Ansu fati tras el 1-0 de este al Valencia en el Camp Nou. / periodico

Joan Ollé

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Serrat situó en los 15 años la edad de no saber mucho de amor, y Moustaki en los17 la de ir en contra del mundo organizado, pero, que yo sepa, ningún trovador contemporáneo ha glosado los 16, tiempo en que los adolescentes terminan la escolarización obligatoria pero aún necesitan del permiso de sus padres para arrancar a trabajar.

Dos criaturas de esa temprana edad han saltado recientemente a las portadas de todos los medios de comunicación por abanderar dos causas de vital importancia para el planeta: el cambio climático y el futuro del Barça. Greta Thunberg es rubia y sueca, país con un PIB de 58.345 dólares por habitante, y Ansu Fati, negro de Guinea Bissau,  que solo alcanza los 1.568. Una simple división nos dirá que el país nórdico es 37 veces más rico que el africano, dato que no impide que el jovencísimo delantero esté ya mucho mejor pagado que los más encumbrados ejecutivos de Ikea.

He visto actuar a ambos: él riendo y abrazando; ella, reprimiendo sus lágrimas sin que en ningún instante, de su desmesurado coeficiente intelectual, brotase una sola perla de luz. Greta reconoce que es una privilegiada por no haber nacido en Guinea Bissau, pero nos culpa duramente a los mayores, a todos, sin distinción, de haberle robado su niñez y así estar condenada de por vida a respirar un aire irrespirable para que los criminales sean aún más criminalmente ricos. 

Mitos jóvenes

Si Ansu ya ha aprendido a deshacerse de tres adversarios y regalar el balón al mejor situado para el gol –o, por el mismo precio, anotarlo él mismo–, también Greta ya es maestra en el arte de provocar silencios para que el auditorio global arranque en un cerrado aplauso al final de una contudente frase pronunciada en su justo tono. Sabemos que a él le entrena Valverde y que, a pesar de sus prodigios messiánicos, sus compañeros de césped y club no cesan de acolcharle ante los posibles daños colaterales del éxito. Deseo de todo corazón que los entrenadores de Greta también sepan que están jugando con material tan altamente inflamable como la Amazonia. El mundo adulto necesita mitos jóvenes para perpetuar la estupidez de la especie, pero, por favor, no caigamos en la tentación del buen Abraham de sacrificar a su hijo Isaac por mandato divino.

P.S.: El anónimo muchacho que, después de alquilar una habitación de hotel para que su joven novia de 16 diese a luz y luego arrojó al recién nacido al rio Besòs, también pertenece al club de los 16.