Una emergencia global

Un marco de protección para los refugiados climáticos

Las personas que emigran porque su hábitat ha quedado destruido por los impactos climáticos son víctimas de la negligencia criminal de gobiernos que no adoptan medidas urgentes

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Miguel Pajares

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En estos días de acciones globales contra la crisis climática están proliferando las informaciones y los artículos, y para mucha gente está quedando claro que las tres décadas que llevamos de acuerdos climáticos internacionales no han servido para poner freno al calentamiento global. Y es que los gobiernos llevan esas mismas tres décadas vulnerando reiteradamente sus compromisos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Ya hace siete años que la Agencia Internacional de la Energía dijo que para no disparar el calentamiento global deberían quedarse para siempre en el subsuelo dos terceras partes de las reservas conocidas de combustibles fósiles; sin embargo, las grandes empresas fosilistas siguen haciendo inversiones en la búsqueda de nuevos yacimientos (y los siguen encontrando), sin que se vislumbre ninguna perspectiva de que alguien vaya a obligarlas a poner freno a su acción extractiva.

Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo y, con ellas, la temperatura media global. Ya llevamos un grado centígrado de calentamiento, y los científicos han dicho que superar 1,5ºC es muy peligroso. En el Acuerdo de París del 2015 los gobiernos se comprometieron a hacer lo posible por no superar ese límite, pero los organismos de Naciones Unidas advierten de que las medidas anunciadas por los gobiernos hasta el momento no concuerdan con ese compromiso. Más bien nos llevan a un calentamiento de más de 3ºC.

Mayor gravedad en las zonas tropicales

El cambio climático ya está aquí. Sus efectos son muy importantes en el norte de África, en el Sahel, en el Cuerno de África, en Oriente Próximo, en el sur, sudeste y este de Asia, en el Pacífico, en Centroamérica y en Sudamérica. De hecho, sus afectos son apreciables en todo el planeta, pero en las mencionadas zonas tropicales son más graves, y además ahí se concentra la mayor parte de la población mundial. En dichas zonas, las sequías son cada vez más prolongadas e intensas, los desiertos están expandiéndose, las lluvias son cada vez más torrenciales, erráticas y destructivas, los huracanes son cada vez más devastadores, la subida del nivel del mar está ya destruyendo áreas costeras habitadas y de cultivo. Todo ello implica, para muchas personas, la pérdida de su hábitat, lo que no les deja otra alternativa que la de huir. Los desplazados climáticos son ya una realidad en las regiones señaladas.

Por ahora, la mayor parte de los desplazados climáticos son internos, no salen de su país, y son difíciles de cuantificar porque están incluidos en las 200.000 de personas que cada día abandonan las zonas rurales para irse a las ciudades (a los suburbios principalmente, en el caso de las grandes ciudades tropicales), pero una parte de ellos están ya cruzando fronteras hacia los países cercanos. Las actuales migraciones climáticas están dándose principalmente en el interior de las regiones geográficas mencionadas atrás. Por ejemplo, los migrantes climáticos del Sahel van a los países costeros de África Occidental; los de Sudán y Somalia van a Etiopía, Kenia y Uganda; los de Bangladesh van a India; etc. Pero, si los gobiernos, especialmente los de los países más industrializados, no adoptan las medidas drásticas e inmediatas necesarias para hacer frente a la crisis climática, las migraciones climáticas se intensificarán y tendrán que salir de esas regiones.

¿Ha de haber un marco de protección internacional para los migrantes climáticos? El cambio climático que estamos viviendo no es un fenómeno natural, es fruto de la acción humana, y su progresión es resultado de la negligencia de los gobiernos que no adoptan las medidas “urgentes y a una escala sin precedentes” (por utilizar las palabras del informe del 2018 del IPCC) necesarias para frenarlo. Las personas que emigran porque su hábitat ha quedado destruido por los impactos climáticos son víctimas de esa negligencia criminal. Hay una responsabilidad política en ello, lo que convierte a los migrantes climáticos en merecedores de protección internacional, de acuerdo con los conceptos que maneja nuestro ordenamiento legal. Sin embargo, la Convención de Ginebra sobre Refugiados de 1951 no deja ningún resquicio para incluirlos, por lo que se hace necesario un nuevo marco de protección específico para los refugiados climáticos. Éste debería ser uno de los principales temas de debate en las inmediatas y futuras cumbres del clima.

Presidente de la Comissió Catalana d'Ajuda al Refugiat.