Lucha global

Garantizar los derechos sexuales y reproductivos

La ultraderecha, especialmente los movimientos extremistas religiosos, se ha rearmado ante los avances conseguidos en los últimos 30 años

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Gemma Altell

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Hace unos días se celebró en el Parlament el 10º aniversario del Intergrupo de Población, Desarrollo y Salud Reproductiva coordinado por la Asociación de Derechos Sexuales y Reproductivos. En este contexto tuvimos el privilegio de escuchar una presentación de Neil Datta, basada en su libro 'Recuperando el orden natural', donde desenmascara la ofensiva de los movimientos ultraconservadores en todo el mundo. Ya intuimos, hace tiempo, que la ultraderecha –especialmente los movimientos extremistas religiosos– se rearma ante los avances de derechos de los últimos 30 años.

Más allá de identificar cada acción, cada movimiento o cada tuit como un hecho aislado o como una anécdota que llena cada cierto tiempo los medios de comunicación, habrá que identificar qué estrategias hay detrás y entender que, en la limitación de los derechos sexuales, está la semilla de la limitación de las libertades democráticas. Si nos fijamos podemos observar con perplejidad como conceptos antiguos reciben ahora una pátina de modernidad y de naturalidad. ¿Quién puede estar, por ejemplo, en contra de defender la vida? Ahora bien, cuando defender la vida se traduce en que el Estado es quien pretende decidir por ti cuando las mujeres debemos dar vida o cuando cada uno de nosotros debe morir, entonces, ¿de qué estamos hablando? Hablamos pues del derecho al aborto –sobre todo– pero también del derecho a la eutanasia como dos polos de un mismo 'continuum'; hablamos de un falso debate que ya estaba bastante superado en la mayoría de países europeos.

Nuevas pero viejas olas

Nos referimos a volver a poner en cuestión los derechos individuales, aquellos que no pueden ser tutelados ni decididos por el Estado. Pretender retroceder en este debate es también una regresión en la calidad democrática y presenta una intención ideológica clara. Lo mismo vemos si nos referimos al concepto 'matrimonio'. Estas nuevas pero viejas olas, de fundamentalismo religioso, vuelven a poner en cuestión en algunos países la naturalidad de cualquier otro tipo de unión que no sea el matrimonio heterosexual. La falacia de la naturalidad pretende dar, de nuevo, carácter de verdad a un argumento 'LGTBfóbico' volviendo a imponer un determinado modelo de vida, de familia y, por tanto, sociopolítico.

Lo que resulta especialmente perverso de esta estrategia y asusta es cómo –y aquí incluiría la derecha y a la ultraderecha– se han ido apropiando de conceptos y metodologías de reivindicación que históricamente han sido estandarte de las izquierdas en sus luchas. Hablamos de las manifestaciones (tan criticadas por las derechas en etapas anteriores), los escarnios ante las clínicas abortivas, las recogidas de firmas para pedir cambios legislativos, el bombardeo en las redes sociales... Todo lo que es negado y reprimido en regímenes totalitarios como los que, más o menos directamente, pretenden instaurar. Hablamos pues de instrumentalitzar herramientas democráticas para conseguir objetivos antidemocráticos. Estamos ante el reto de contrarrestar esta ola regresiva con coherencia; respetando las herramientas democráticas y la libertad de expresión incluso sabiendo que bajo la apariencia de la participación ciudadaba y corrompiendo la libertad de expresión hay una voluntad de tutela de las vidas de los ciudadanos, y, sobre todo, de las ciudadanas.

La gran amenaza para los movimientos ultras es el feminismo porque remueve los cimientos del orden patriarcal

En este sentido la gran amenaza para los movimientos ultraconservadores es el feminismo. Han decidido llamarlo ideología de género con la perversidad que supone negar la desigualdad estructural; una cuestión objetiva. Es estratégico para estos movimientos controlar, especialmente, los cuerpos de las mujeres. Es lo que permite mantener el orden establecido e incluso llevarnos a estadios anteriores en los que las religiones estaban profundamente ensambladas con el Estado y, por tanto, con la política.

Es por ello que la lucha feminista está siendo primordial en este momento y especialmente si ponemos el foco en los derechos sexuales y reproductivos. Es la que remueve los cimientos del orden patriarcal y por eso existe la voluntad de controlarla. Cuando los movimientos ultraconservadores apelan al retorno de la naturalidad olvidan, intencionadamente, que no somos seres naturales, somos seres sociales, personas; con capacidad racional y por tanto con capacidad para revertir las desigualdades y reconocer en las otras personas la capacidad de decidir sobre su propia vida. Alerta, no caigamos en la trampa de sacralizar la naturaleza como la solución total.