El aval del Supremo

El traslado de Franco: ¿fin de la polémica?

Parece muy difícil que el Valle de los Caídos devenga el espacio de reconciliación de la guerra civil del que carece el país

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Xavier Casals

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Este martes el Tribunal Supremo ha dictaminado que los restos de Franco, tras permanecer 60 años en el Valle de los Caídos, reposen con los de su esposa, Carmen Polo, en el cementerio de El Pardo. Pero la familia del dictador recurrirá el veredicto ante el Tribunal Constitucional y, si es necesario, llegará al de Derechos Humanos de Estrasburgo. Su guerra judicial, pues, prosigue.

La sombra alargada de Franco

El Ejecutivo socialista anunció el 18 de junio del 2018 su decisión de llevarse en breve los restos del autócrata del Valle de Cuelgamuros. Según Pedro Sánchez, tal decisión quería “cerrar heridas”. Pero sus planes se torcieron en dos sentidos.

Por una parte, el Gobierno no hizo bien los deberes al no contemplar que los restos del dictador podían acabar en la cripta de la catedral de la Almudena, donde Carmen Franco Polo había comprado una sepultura. Ello abrió un frente legal imprevisto y pudo llevar a Sánchez a dispararse metafóricamente un tiro en su propio pie: fue el último Gobierno franquista quien enterró al dictador fuera de Madrid para evitarse problemas (con la 'operación Lucero') y podía ser ahora un Ejecutivo socialista quien involuntariamente hiciera que sus restos reposaran en el centro de la capital, para mayor gloria del autócrata. El mundo al revés.

Por otra parte, lo que debía “cerrar heridas” con microcirugía barata (el coste del traslado se estimó en 3.738,9 euros), brindando al Gobierno un aura progresista, se convirtió en una costosa operación quirúrgica. ¿Las razones? Puso el recuerdo del dictador en el centro del debate público (el nuncio vaticano, Renzo Fratini, manifestó que el Ejecutivo había “resucitado a Franco”), permitió a Vox monopolizar en las urnas la oposición a la ley de memoria histórica y las visitas al Valle de los Caídos se dispararon (crecieron un 50% en julio del 2018). La sombra de Franco devino muy alargada de repente.

¿Y ahora qué?

Pese a que el flamante fallo del Supremo permite al Gobierno cumplir su objetivo, cabe plantearse si la ausencia de la tumba de Franco en Cuelgamuros, más allá de dar satisfacción a un sector importante de la ciudadanía, permitirá 'desacralizar' ideológicamente el Valle de los Caídos. Especialmente cuando se reubiquen en su basílica los restos de José Antonio Primo de Rivera (fundador de la Falange), depositados en su altar mayor, y no exista una jerarquía visual entre los difuntos que yacen allí. Considerando que esto es lo esencial del asunto, parece muy difícil que el lugar devenga el espacio de reconciliación de la guerra civil del que carece el país.

Lo sucedido hasta hoy parece indicar lo contrario, en la medida que este asunto ha plasmado la mala salud de hierro de la cultura 'guerracivilista' española, ya que la guerra civil y el franquismo todavía son capaces de remover pasiones. Y ello proyecta una aparente certeza inquietante: que determinadas heridas del pasado parecen imposibles de cauterizar.

*Historiador y profesor de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals de Blanquerna-URL.