¿Qué pretendían?

Independentismo sin relato

La teoría del simulacro no cuadra con el absurdo rumbo del Govern tras el 1-O

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Joaquim Coll

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A las puertas de la sentencia, los líderes del 'procés' siguen sin aclarar qué pretendían de verdad y por qué cogieron el camino de la unilateralidad para luego salir corriendo. Recientemente, la secretaria general de ERC, Marta Rovira, ha reconocido que con JxCat todavía “no han consensuado una explicación” sobre qué falló. Mientras los partidos pueden tardar años en ofrecer un relato sincero de lo sucedido, Carles Puigdemont ya ha anunciado que pronto abrirá fuego con un nuevo libro. Tras la sentencia, a partir de notas personales y grabaciones recogidas desde que fue elegido president en 2016, se dispone a explicar “cosas que pueden herir, pueden confirmar temores y sospechas”, advierte al final del opúsculo 'Reunim-nos' (2019). La amenaza de que dispone de “grabaciones” parece dirigirse contra su exvicepresidente Oriol Junqueras, cuya relación acabó hecha añicos en octubre del 2017, como pudo observarse el día que el Parlament votó la famosa DUI.

Que esa declaración de independencia fuera a la postre solo simbólica, no convierte al 'procés' en un simulacro desde el principio, en un trampantojo o farol para engañar al Estado y forzarlo a negociar, como ahora algunos pretenden. Y, sin embargo, esa es la explicación que se está imponiendo entre los analistas de cabecera del independentismo como Francesc-Marc Álvaro, esa es la explicación que se está imponiendo entre los analistas de cabecera del independentismo como Francesc-Marc Álvaro, por dos razones. Por un lado, porque tiene como base el relato que expuso el abogado Javier Melero para refutar el delito de rebelión, en el que alegó el incumplimiento sistemático por parte de los acusados de todo lo que habían dicho que harían tras el referéndum. Y, por otro, porque aparta la espinosa promesa que tantas veces repitieron los partidos separatistas de tener listas unas “estructuras de Estado” que garantizasen la secesión unilateral. En resumen, para justificar lo sucedido se opta dar por bueno que se trató desde el principio de un simulacro, aunque los líderes del 'procés' pecaran de ingenuidad y no evaluaran bien la fortaleza del Estado “represor” para negarse a negociar. Se intenta así rebajar su estrategia a un juego bienintencionado, que los frustrados votantes independentistas podrían disculpar, porque finalmente esos políticos están recibiendo un castigo penal “injusto”.

Ahora bien, la teoría del simulacro choca con dos obstáculos. En primer lugar, la larga conversación telefónica, hecha pública, en la que Josep Lluís Salvadó (exsecretario de Hacienda) junto a Pere Aragonès (entonces secretario de Economía) reconocían el 30 de agosto del 2017 ante Raül Murcia (coordinador de la oficina de Junqueras) que “en el mes de octubre no hay capacidad, ni tenemos control de aduanas, ni tenemos un banco donde meter… la cosa está muy verde”. En definitiva, Salvadó confesaba que no tenían listas las “estructuras de Estado” para que “el día 2 declaremos la independencia”. Existen además multitud de informaciones aportadas por la Policía Judicial que demuestran que sí, que una parte del Govern había estado trabajando para dar el salto a una secesión unilateral, sobre todo en el campo tributario.

La teoría del simulacro no cuadra con el absurdo rumbo del Govern tras el 1-O

Cuestión diferente es que no lo consiguieran, como tampoco lograron que nadie en el extranjero les garantizase dinero tras una eventual independencia. Lo que no sabemos es hasta cuándo ese fracaso se ocultó al resto del Govern porque ERC tenía miedo, como Salvadó también explicita en la citada conversación, de que eso pudiese utilizarse para señalar a Junqueras como el responsable del fracaso por parte de Puigdemont y los neoconvergentes. En segundo lugar, la teoría del simulacro no cuadra con el absurdo rumbo del Govern tras el 1-O. En lugar de aprovechar el momento favorable durante la primera semana de octubre para convocar elecciones, acabó en un devaneo hasta disparar inútilmente la DUI, haciendo añicos el imaginario unilateral que había sostenido el 'procés'. En definitiva, el independentismo no siguió una estrategia coherente, sino que fue prisionero de su propaganda sobre la viabilidad de la secesión unilateral y sobre todo del 'juego de la gallina' entre republicanos y neoconvergentes.

Por ello será interesante ver cómo Puigdemont justifica su papel y saber en qué momento Junqueras le explicó, si es que lo hizo, que las “estructuras de Estado” no estaban listas. También el líder republicano tendrá que justificar algún día por qué dejó que los hechos transcurrieran sin ofrecer ninguna salida posibilista. ¿Acaso no esperaba que fueran los neoconvergentes los que pusieran el freno de mano y él saliera indemne ante los suyos? Entre tanto, el independentismo sigue sin un relato que explique su fracaso.