Un problema inaplazable

Cuando se burlaban del cambio climático

No hace tanto tiempo dirigentes como Rajoy y Aznar hablaban de "alarmismo" o de "una ideología totalitaria"

zentauroepp50035650 opinion maria titos190924195935

zentauroepp50035650 opinion maria titos190924195935 / periodico

Ana Bernal-Triviño

Ana Bernal-Triviño

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Siempre fue una apasionada de la naturaleza. En el instituto, tuve un profesor muy concienciado con el medio ambiente, así que nos invitaba desde reciclar a exigir que los folios para nuestros exámenes fuesen de papel ecológico. Por eso, en casa y algunos conocidos, me llamaba “La Greenpeace”. Algunos lo sostenían con cierto tono de burla, me marcaban como “adolescente rebelde” y “exagerada” ante mis comentarios de la capa de ozono o el deshielo de los glaciares. Eso, se quiera o no, terminaba por hacerme dudar en algunas situaciones sobre mí misma, por temor a parecer ridícula o no ser aceptada. 

De forma paralela, comprobaba cómo las oenegés y los partidos políticos que defendían propuestas ecologistas no solo eran minoritarios y apenas tenían eco sus intervenciones, sino que eran tildadas de desmesuradas, extremistas y de impedir la evolución económica, que es la única que importaba aunque acabáramos muertos por asfixia. Crecí observando que el tema del medio ambiente casi siempre era el hazmerreír, el “deja que ya se cansará, porque nada de lo que dice puede llevarse a cabo”. 

Temas más importantes

Luego, vino la época de la burla sin pudor como cuando en 2007 Rajoy dijo que el cambio climático no era un problema mundial y que: “He traído aquí a diez de los más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?". 

También era la época donde Aznar negaba el cambio climático en 2008 por ser “alarmista”, una “ideología totalitaria”, y que había temas más importantes que "el aumento en unos grados de la temperatura global". O también aquel artículo en 'Libertad Digital' de Girauta, actual diputado de Ciudadanos, que en 2007 escribía: “Por estupenda que se ponga la nueva Inquisición, nadie sabe si los aproximados 0,7 grados centígrados de incremento de la temperatura en la superficie terrestre del último siglo son achacables en todo o en parte a la mano del hombre”. Más reciente es aún su tuit sobre Greta Thunberg y lo que, para él, es un mensaje “apocalíptico”. O si queremos algo más actual, recordemos las valoraciones de algunos políticos sobre una medida como Madrid Central para reducir la contaminación.

La cumbre de la ONU recuerda que solo quedan 15 meses para que la comunidad internacional se ajuste al Acuerdo de París sobre la emergencia climática. De no hacerlo, la temperatura subirá tres grados y continuarán las olas de calor, las subidas del nivel del mar, una climatología más adversa, deshielos y las migraciones masivas, como consecuencia.

El movimiento encabezado por estudiantes genera esperanza pero también cierta desazón cuando observo su carácter apolítico. Hace unos días escuchaba a una de estas estudiantes decir que no era un asunto político y sí que lo es. Hay que recuperar la memoria para saber de dónde venimos. Esto va más allá de manifestaciones de estudiantes y sería muy injusto olvidarnos de los más de 1.500 activistas medioambientales asesinados en los últimos 15 años debido al interés económico sobre los recursos naturales, desde líderes sociales e indígenas a periodistas. Es política porque en esto hay dinero y negocio por medio, y vale tanto que se mata por ello.

Porque cuando votamos elegimos qué economía y medidas sociales y medioambientales queremos. Porque cuidar la naturaleza es un asunto de decisiones políticas, de leyes que permiten a las empresas actuar dañando el medio ambiente o respetándolo, de leyes que protegen o que dejan las puertas abiertas a mermar nuestro propio entorno, de objetivos que fomenten un consumo sostenible de cara al futuro y las próximas generaciones. 

El carácter apolítico del movimiento liderado por estudiantes genera cierta desazón

Si pensamos que el medio ambiente no tiene nada que ver con la política estamos muy equivocados. ¿Cómo si no estamos destruyendo el planeta? ¿Por generación espontánea? No, porque hay gobiernos cómplices a lo largo de la historia que a favor de un capitalismo salvaje han mirado de lado cuando multitud de empresas han roto y dañado ecosistemas, cuando han favorecido la deforestación, cuando han expulsado a comunidades locales, cuando han favorecido la sobreproducción de la alimentación, cuando han tolerado la contaminación de los ríos, cuando gobiernos de derechas o conservadores solo han favorecido la explotación en busca de un interés privado… y cientos de motivos más. Y no es solo un tema de España, mirad a Trump que maneja la economía mundial, mirad a Bolsonaro que tiene uno de los pulmones de la naturaleza en la Amazonia. Hay que escuchar programas, hay que ver medidas, hay que canalizar todo esto a través de la política porque son los que manda. O hacemos eso o este movimiento quedará para esos políticos, de nuevo, en una burla más que sortear.