análisis

División laborista encubierta

Con la división encubierta del Partido Laborista mediante la votación de Brighton parecen aún más verosímiles los pronósticos de las encuestas, que vaticinan una victoria conservadora

cogreso de los laboristas británicos

cogreso de los laboristas británicos / periodico

Albert Garrido

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La apariencia de unidad del laborismo no es más que esto, apariencia, después de que el congreso de Brighton haya apoyado una moción presentada por el equipo de Jeremy Corbyn que garantiza la neutralidad del partido en un eventual referéndum sobre el 'brexit'. Ni la movilización de alguno de los grandes sindicatos en apoyo de permanecer en la UE, ni la posición de la militancia joven, ni mucho menos el apoyo de Tom Watson, número dos laborista, a la facción 'remainer' han logrado mover a la dirección de su postura desde el primer minuto del congreso. Es decir, ha quedado descartada la posibilidad de que el libro de ruta 'labour' incluya un compromiso activo en defensa de la permanencia, aunque, al mismo tiempo, varios promotores de seguir en la UE han anunciado que, llegado el caso, defenderán la permanencia a título individual.

Este es el paisaje de la división, de la fractura del Partido Laborista alentada por una ejecutiva cuya ascendencia hay que buscar en cuantos interpretaron el ingreso en la UE, tiempos de Edward Heath, como una maniobra que solo complacía a la derecha y nunca se amoldaron a los requisitos de Bruselas, tanto menos cuanto con el paso del tiempo el proyecto europeo adquirió tintes políticos y se concretaron las cesiones de soberanía de los estados. De forma que la alocada carrera de Boris Johnson hacia la salida a cajas destempladas desagrada a una parte significativa de la dirección laborista, pero su equidistancia facilita al 'premier' alguno de sus desmanes, en especial el empeño de desobedecer al Parlamento y consumar el divorcio el 31 de octubre haya o no acuerdo con Bruselas. Y eso no es todo: con la división encubierta del Partido Laborista mediante la votación de Brighton parecen aún más verosímiles los pronósticos de las encuestas, que vaticinan una victoria conservadora, con un margen por encima de los 10 puntos, si finalmente se convocan elecciones, como desea Johnson.

Historia de torpezas

En la historia de torpezas que jalonan el 'brexit', no es la menor la cometida por el Partido Laborista al defraudar las expectativas del electorado europeísta, cuyo voto se dividirá de forma irremediable y quizá, a la larga, será la causa del ocaso de Corbyn, cuya equidistancia solivianta a muchos de cuantos creen que la salida de la UE condena al país a afrontar un gran desastre. Con el riesgo cierto, además, de que los votos 'remainer's que se decanten por los liberal-demócratas pueden ser finalmente papeletas sin efectos prácticos, históricamente penalizados esos europeístas sin reservas por las características del sistema electoral británico, unipersonal y mayoritario a una vuelta.

Si antes del cierre del Parlamento dio la impresión de que el laborismo era capaz de dar la gran batalla para contener a Johnson, con la neutralidad en caso de referéndum vuelve a la casilla de salida de 2016, cuando David Cameron sometió a votación la permanencia en la UE y Corbyn decidió nadar entre dos aguas. Es decir, vuelve a la tibieza que permitió a los eurófobos fijar la agenda y hacerse con la victoria.