Opinión | Análisis

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

Jordi Puntí

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Cara de derrota

Valverde, durante el Granada-Barça.

Valverde, durante el Granada-Barça. / periodico

El sábado, tras el partido sin rumbo del Barça en Granada, una palabra se me impuso como resumen: kafkiano. Los jugadores volvían hacia el vestuario con cara de derrota, abatidos, quizá avergonzados, seguramente sin terminar de entender lo que les había ocurrido en esos 90 minutos. Es decir, kafkianos.

No hay nada peor que los partidos que empiezas perdiendo en el primer minuto, y además en estadios que son polvorines como Los Cármenes de Granada. Siguiendo con el símil novelístico, son como esas novelas de Agatha Christie que empiezan con un muerto en la primera página. A partir de entonces, toda la trama gira alrededor de resolver el misterio. Cualquier diálogo está relacionado con la intriga, y nos hace dudar, y así sucede también con el gol en contra tempranero. Si no se pone arreglo enseguida, con un empate o como mínimo con ocasiones claras, el miedo se apodera de los jugadores. Dudan por todo. Un paso en falso, un error en el regate, y tú puedes ser la siguiente víctima. Así lo vivieron el otro día futbolistas de experiencia como Rakitic o Sergi Roberto, que en el centro del campo parecían incapaces de tirar una pared o arriesgar un regate. Además, enfrente tenían a un equipo crecido, que durante los 90 minutos corrió —en su conjunto— 10 kilómetros más que el Barça, y que terminaba todas sus jugadas, bien o mal, intentando no rifar ningún balón.

En un año de transición hacia algo nuevo la pretemporada es crucial y Valverde se ha visto obligado a improvisar

Con cada nuevo partido se van viendo las carencias de un equipo que perdió la pretemporada en vuelos intercontinentales, como si tuviera que gastar las millas acumuladas antes de que caducaran. En un año que se antoja de transición hacia algo nuevo, la pretemporada era crucial y Valverde se vio obligado a improvisar. Si a eso le añadimos las lesiones de piezas clave como Messi o Suárez, y los rumores sobre jugadores que no sabían si se iban o se quedaban, tendremos a un equipo mareado desde el minuto cero. Tampoco ayuda que en Granada empezaran ya las rotaciones, cuando los papeles de cada uno todavía no están bien definidos.

¿Cómo hacerlo, pues, para borrar del rostro esa mueca de la derrota? La señorita Pepis no ofrece soluciones mágicas, pero el libro de estilo del Barça dice que, en caso de duda, hay que mirar siempre hacia abajo, a las categorías inferiores. Tomemos como prueba las sustituciones en Granada. Mientras la salida de Ansu Fati dejó sensaciones de peligro, el partido de Arturo Vidal fue una broma de cabo a rabo ( y todavía es peor sabiendo que Aleñà sigue en su exilio forzoso).

Por la misma razón el sábado volví a acordarme de Iniesta, que arriesgaba y siempre sabía encontrar la salida en los partidos que son un laberinto, como en Granada. Quizá habría que empezar por aquí, por la pieza que une el centro del campo y la delantera, y preguntarse por qué Riqui Puig sigue en el B (donde ni siquiera es titular indiscutible). Me pregunto también si Valverde no pensaba precisamente en Griezmann para esa posición, pero una semana más se me termina el espacio y seguiré sin poder hablar del francés, de su juego por ahora bidimensional, errante, de fantasma sin sábana. Otra víctima colateral.