Ante la cita del 10-N

El coste de aprender a gobernar

El perfil ideológico de unos políticos novatos, dicho sin ánimo descalificador y en referencia al arte de gobernar, se definirá mejor con las nuevas elecciones

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Antón Costas

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Cuando después de las elecciones del 2003 Pascual Maragall buscó formar un Gobierno de coalición con ERC e IC, en los días en que estaba negociando ese Gobierno, recuerdo haberle comentado si no temía que la inexperiencia de ERC pudiese hacerlo naufragar. Me contestó que era muy consciente. Pero me dijo también que siempre hay que pagar un precio por aprender a gobernar. 

He recordado esta anécdota al ver la ola de frustración e indignación que inunda los sentimientos de los ciudadanos ante la aparente incompetencia e incapacidad de nuestros dirigentes políticos para lograr acuerdos que faciliten la formación de un Gobierno estable y eficaz.   

Todos intentamos conocer las causas de este fracaso, y tratamos de identificar a los culpables. En general, utilizamos explicaciones muy subjetivas. Tendemos a demonizar a uno u otro dirigente, dependiendo de nuestras filias y fobias. No me siento cómodo con explicaciones ad hominem, del tipo de son unos «adolescentes caprichosos». Aunque tengo que reconocer que puedan tener alguna razón.

Un estado transitorio

Tengo para mí que hay causas más objetivas. Estamos ante una generación de políticos novatos que aún han aprender a gobernar. No hay que dar por sentado que este es un conocimiento innato. Como en cualquier otro oficio o profesión, se aprende con la práctica. Y esa experiencia es la que esta generación de jóvenes dirigentes no ha tenido hasta ahora. Ninguno ha sido, por ejemplo, alcalde, que es una buena escuela para aprender a gobernar.

Vaya por delante que utilizo la expresión políticos novatos sin ánimo descalificador o, menos aún, ofensivo. La bisoñez es un estado transitorio por el que pasa todo profesional. No digo que no sean personas válidas. Lo son. Todos ellos se han batido en batallas partidistas, cual torneos medievales. Batallas internas, para dilucidar con algún compañero o compañera quién se hace con la progenitura de sus organizaciones; y batallas electorales y parlamentarias con los dirigentes de otras formaciones rivales. Son personas que han mostrado capacidades para la batalla política.

Pero las habilidades que se necesitan para la guerra no son las mismas que se requieren para gobernar. Gobernar significa integrar los intereses generales, el bien común, en los programas de partido. Para gobernar, un verdadero líder político ha de ser capaz de conciliar el apoyo de sus votantes con el consentimiento de los que no le han votado. De ahí que alguno de ellos, diestro en el arte de la  guerra, no llegue a ser un buen gobernante. 

Así las cosas, como ciudadanos tenemos que estar dispuestos a pagar un coste para que nuestros políticos novatos aprendan a gobernar. Un coste en términos de inestabilidad política, y financiero, por el gasto de que ocasionan las nuevas elecciones. Y, especialmente, el coste más injusto, el que han de pagar los más necesitados de políticas sociales que no pueden llevarse a cabo por falta de presupuestos. 

Malestar social y polarización política

Pero hemos de ser justos con ellos. Hay que reconocer que no es fácil aprender a gobernar en las actuales circunstancias de malestar social y polarización política. Y más aún en un país como el nuestro, en el que a las naturales diferencias ideológicas se añaden demandas identitarias de partidos territoriales que son difíciles de encajar en la gobernanza nacional. Tampoco es justo compararlos con los dirigentes políticos de la Transición. Con la Constitución se trató de acordar las reglas de funcionamiento de la política, algo que, aunque parezca extraño, es más fácil que acordar gobiernos. Pero recuerden cómo el Gobierno de Adolfo Suárez fue fagocitado por los suyos.

Dadas estas circunstancias, soy partidario de pagar el coste que significan unas nuevas elecciones. Permitirán a los políticos novatos identificar mejor cuál es su campo político propio y definir mejor su perfil ideológico. Para eso, los votantes de Ciudadanos han de decir que piensan del viraje de Albert Rivera hacia la derecha, cuando muchos de ellos pensaban que votaban a un partido de centro liberal capaz de llegar a acuerdos tanto a su izquierda como a su derecha; los de Unidas Podemos que les parece la táctica de Juego de Tronos de Pablo Iglesias. Los del Partido Popular que piensan de la nueva moderación de Pablo Casado. Y los del PSOE si están de acuerdo con el  rechazo de Pedro Sánchez a cualquier tipo de  coalición. Pienso que las nuevas elecciones serán más clarificadoras de lo que se dice. Si es así, habrá valido la pena pagar el coste de aprender a gobernar.