MIRADOR

Sánchez y Catalunya

Cuánta incomodidad le ha generado la mano tendida del independentismo catalán en este periodo de impasse

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Andreu Pujol Mas

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"Señor [Pedro] Sánchez, ¿cuál es su proyecto para Catalunya?", preguntaba Gabriel Rufián en el Congreso de los Diputados. La respuesta del presidente español en funciones pasaba por negar cualquier particularidad o idiosincrasia, siguiendo la famosa fórmula del "café para todos" del ministro ucedista Clavero Arévalo.

Como si no hubiera pasado nada durante estos últimos años, Sánchez especificaba que su proyecto catalán era el mismo que el que tenía para "Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha, Castilla y León" y así hasta citar unas cuantas divisiones administrativas más.

La mayoría política independentista reiterada en el tiempo, el consenso aún más amplio para encontrar una solución votada y "el ejercicio más grande de desobediencia civil que ha habido en Europa" (en palabras de Jordi Cuixart), parecen ser factores obviables para quien aspira a mantener su residencia en la Moncloa.

Si la primera respuesta a Rufián era apática o impasible hasta la negligencia, la segunda acercaba con contundencia y beligerancia a los postulados retrógrados del ultramontanismo españolista, acusando a ERC de "defender la independencia de un territorio rico".

Tantos años de justificación del déficit fiscal crónico argumentando que los impuestos no los pagan los territorios sino las personas, por ahora llegar a la conclusión de que todos nosotros atamos los perros con longanizas (y no nos habíamos dado cuenta). Todavía fue más allá: como promesa electoral añadió la posibilidad de aplicar "cualquier artículo de la Constitución", en referencia al famoso 155, para defender "la soberanía nacional y la integridad territorial" de toro de Osborne, cabra legionaria y Ortega Cano.

Menuda diferencia con aquel PSOE del barco Aquarius y de la cumbre de Pedralbes de sólo hace un año y cuánta incomodidad le ha generado la mano tendida del independentismo catalán en este periodo de impasse. Esto ya prefigura a quien intentará abrazarse tras las elecciones si los números se lo permiten.