Vuelta a las elecciones

Tras un gran fracaso

Los partidos han naufragado porque se atacan con saña y luego no saben negociar y pactar

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Joan Tapia

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En muchos países la democracia enseña sus miserias. En Italia, un Podemos más confuso y menos marxista (los 5 Estrellas), y el Partido Democrático, más dividido que el PSOE, solo lograron un pacto para frenar a la extrema derecha de Salvini en el último minuto. Pero al final, humo blanco.

Aquí, humo negro. Casi seis meses después de unas elecciones que ganó el PSOE estamos condenados a volver a las urnas. Pese a que Pedro Sánchez era el único presidente posible, salvo un acuerdo en positivo (lo hay en negativo) entre el PP, Cs y Vox con el visto bueno (abstención) de Podemos. Un despropósito absoluto. Mas todavía porque en cuatro años ya arrastraremos cuatro elecciones generales y ningún Gobierno estable (solo Rajoy sacó un año unos presupuestos).

Prisioneros de dos bloques

Todos los partidos son culpables porque saben atacarse entre ellos (con saña), pero luego son incapaces de negociar y pactar. Ya pasó cuando el Estatut del 2006. Hubo incapacidad de pacto no solo entre la derecha y los nacionalistas catalanes (pese a pactos anteriores como el del Majestic) sino también entre el PSOE y el PP. Ahora a la incompatibilidad entre los dos de la 'vieja política' le ha sucedido algo peor, la imposibilidad de pactar entre cuatro partidos (dos de ellos nuevos que se decían regeneradores) porque los cuatro han quedado prisioneros de dos bloques -derecha e izquierda- que tuvieron cada uno algo más de 11 millones de votos el pasado abril.

Alguna culpa tendrá Pedro Sánchez que no ha sabido seducir y ha adoptado una actitud algo prepotente. Pero el fallo principal es de Rivera que ha abandonado el centro liberal para aspirar a ser el jefe de la derecha sin complejos. Quizá por eso solo conserva la fidelidad del 45% de sus votantes (los otros partidos están sobre el 70%). Y esta actitud de Rivera ha permitido el chantaje de Iglesias: coalición o elecciones. Y el PP no sabe no responde cuando se le recuerda que el PSOE (cierto que con Sánchez en contra) permitió en el 2016 la investidura de Rajoy.

Todos los lideres (y sus partidos) han naufragado. Lo único discutible es el grado de culpabilidad. Es para añorar los tiempos de Pujol (Guerra llamaba a Miquel Roca 'er mercader') que permitió gobiernos de Suárez, Felipe y Aznar. Pero el nacionalismo catalán, empujado por el nacionalismo español, se fue al monte. Y así estamos. Con cuatro lideres fracasados porque no saben pactar. Y que no deberían poder repetir el espectáculo.  

En el sistema vasco, en la segunda vuelta no se puede votar 'no'. Solo 'sí' (al candidato con más votos) o abstención. Así Sánchez sería ya presidente. No es un sistema pro-PSOE, aunque allí favorece al PNV, porque si el PP, Cs y Vox hubieran pactado antes de la primera votación, el presidente sería Pablo Casado. O quizá, ¡qué horror!, Cayetana.

Esta reforma es urgente para que España afronte mejor la creciente ingobernabilidad. Pero cambiar la investidura exige reformar la Constitución. Y quizá algunos no quieran hacerlo para no perder su poder de veto. O de chantaje. Mal vamos.