Opinión | Editorial

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Israel, en el laberinto

El práctico empate entre el Likud y Azul y Blanco en las elecciones hacen prever un nuevo bloqueo para formar Gobierno

binyiamin netanyahu

binyiamin netanyahu / periodico

El práctico empate entre el Likud (derecha, 32 escaños) y Azul y Blanco (centro, 33) en las legislativas celebradas este martes en Israel no ha tenido ningún efecto paliativo sobre las dificultades para formar Gobierno. Solo cinco meses después de las anteriores elecciones, que dieron un resultado similar, el primer ministro en funciones, el conservador Binyamin Netanyahu, afrontó la campaña como un plebiscito a su gestión y, de paso, como una forma de eludir la acción de los jueces por su presunta implicación en varios casos de corrupción. En ambos cometidos ha fracasado frente al centrista Benny Gantz, que tampoco dispone de mimbres suficientes para armar una mayoría, y al derechista laico Avigdor Lieberman, un político que propone un Gobierno de unidad con él en sus filas y que da por amortizado el debate sobre el futuro de los palestinos.

Tal fórmula puede disponer de una mayoría holgada en el Kneset, no precisa del apoyo de los partidos religiosos y deja sin efectos prácticos el crecimiento de los partidos árabes, que concurrieron a las elecciones coligados en la candidatura Lista Conjunta, pero puede llevar a los centristas a exigir al Likud la ausencia de Netanyahu para no pasar por blanqueadores de la corrupción. Y en este caso, con el Likud dividido entre defender al líder o abandonarlo a su suerte, es verosímil que se repita el bloqueo que las elecciones debían zanjar, pero que los votantes han puesto en manos de los políticos para que saquen a Israel del laberinto.