Investidura fallida

El estrambote del vodevil

El vodevil de la investidura solo podía terminar con un estrambote más deplorable aún que el conjunto de la obra. A la desesperada, Rivera intentó descolocar a derecha e izquierda con una oferta de abstención

Albert Rivera, en rueda de prensa

Albert Rivera, en rueda de prensa / periodico

José A. Sorolla

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El vodevil de la investidura, que duraba ya casi cinco meses, solo podía terminar con un estrambote más deplorable aún que el conjunto de la obra. A la desesperada, Albert Rivera intentó descolocar a derecha e izquierda con una oferta de abstención con condiciones para investir a Pedro Sánchez en la que el líder de Ciudadanos quería implicar también al PP. Pablo Casado desdeñó pronto la propuesta de Rivera y se reafirmó en el 'no' a Sánchez con el objetivo de devolverle el 'no es no' a Mariano Rajoy. Ese ha sido el objetivo de Casado, que está en su derecho de vengarse del empecinamiento de Sánchez, pero el presidente del PP olvida en su negativa que al final Rajoy fue investido gracias a la abstención del PSOE. La derecha demuestra así que su grado de deslealtad siempre es un escalón mayor que el de la izquierda, ya que al final el PSOE invistió a Rajoy en el 2016 aun a riesgo de romper el partido.

El PP, sin embargo, no ha sido el protagonista ni de la investidura fallida de julio ni de la que no se repetirá en septiembre. Solo ha esperado a que pasase el cadáver del enemigo. Los verdaderos actores han sido Sánchez, Pablo Iglesias y Rivera. Sánchez, por su errónea creencia de que podía ser elegido porque sí, sin concesiones, hasta que, tras un tacticismo errático, ofreció a Iglesias una vicepresidencia y tres ministerios. Al rechazar esta oferta, el líder de Podemos pasó a desempeñar el papel de culpable, que después intentó enmendar mendigando retomar la parte del pastel que en julio le sabía tan agria.

Pero aún quedaba el estrambote de Rivera. Después de haberse negado hasta a reunirse con el “bandolero” Sánchez, da un giro de 180 grados y para edulcorar su rectificación la califica de “solución de Estado” con tres condiciones: romper el pacto de Navarra, preparar un nuevo 155 y no subir impuestos. Las dos primeras son impracticables y, en cuanto a la tercera, ¿desde cuándo bajar los impuestos es una operación de Estado? Rivera solo quería salvarse del batacazo que pronostican los sondeos a Cs. A eso le llama Rivera “solución de Estado”.