ANÁLISIS
La doble realidad israelí
El país sigue un proceso de polarización que la controvertida figura de Netanyahu ha agravado
Eugenio García Gascón
Periodista
Eugenio García Gascón
Lo que los israelís se juegan este martes en las urnas no es solo la continuidad de Binyamin Netanyahu sino la persistencia de unas políticas controvertidas tanto en relación con el interior de Israel como con Oriente Próximo, sin contar con la progresiva e imparable anexión de los territorios palestinos ocupados en la guerra de 1967.
La tónica económica neoliberal que ha aplicado durante la última década ha sido positiva para los indicadores macroeconómicos, pero ha incrementado notablemente las desigualdades y ha tenido un alto coste para la sanidad la enseñanza, un deterioro en los servicios públicos que también han visto países occidentales que no han implementado políticas neoliberales.
Hace un par de meses, Avigdor Lieberman, un colono de extrema derecha a quien Netanyahu ha colgado el sambenito de "izquierdista", advirtió de que la economía se halla al borde de un precipicio y sugirió la formación de una gran coalición entre el Likud y Azul y Blanco junto con su partido, Israel es Nuestra Casa, justamente para hacer frente a la inminente crisis económica que Lieberman ha profetizado.
Escenarios
La sociedad israelí sigue un proceso de polarización que también se da en otras latitudes y que la controvertida figura de Netanyahu ha agravado, quizá deliberadamente, con sus planteamientos de buenos y malos, de derecha ultranacionalista e izquierda sionista. Para él, todo aquel que no comulga con su dictado es un "izquierdista", un calificativo que ha adquirido connotaciones muy peyorativas en hebreo y que utiliza a diario incluso contra sus compañeros del Likud.
Su caída sería positiva para el conjunto de Oriente Próximo puesto que no ha parado de sembrar cizaña en todos los saraos regionales, empezando por Irán y acabando por Yemen. La situación en la región se ha deteriorado significativamente debido a que ha buscado la confrontación en todos los frentes y ha impulsado a países como Arabia Saudí o Egipto a meterse en aventuras desastrosas.
Los últimos sondeos indican que los resultados de estos comicios serán similares a los de abril, de manera que es probable que no quede más remedio que formar una gran coalición entre Netanyahu y Benny Gantz o ir a unas terceras elecciones. Una gran coalición, sin embargo, no garantizará un cambio en las políticas israelís, al menos mientras Netanyahu, acosado por la corrupción, esté en la coalición.
En cuanto a la cuestión palestina, ha demostrado sin descanso cuáles son sus verdaderas intenciones. Israel es el único país del mundo que sigue sin delimitar sus fronteras y no detiene la expansión colonial, ilegal según todos los parámetros internacionales. La resolución de este conflicto central en el mundo no depende de los israelís, porque no quieren, ni de los palestinos, porque no pueden, sino de una enérgica intervención de la comunidad internacional, y específicamente de Europa. No obstante, los mandatarios europeos prefieren ignorarlo aún a sabiendas de que su pasividad va contra sus intereses vitales.
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