Redes sociales y publicidad

Populistas vía Twitter

Con lo tecnológico pecamos de ingenuos. Nos deslumbra y perdemos la capacidad crítica

Una persona consultando páginas de Live by Your Soul.

Una persona consultando páginas de Live by Your Soul. / ELISENDA PONS

Najat El Hachmi

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Yo de mayor quiero ser 'influencer', me dice una niña. ¿Y qué es ser 'influencer'?, le pregunto yo. Pues no sé, enseñar la ropa que te pones. Así de simple. Las redes sociales están llenas de superestrellas del 'life style', personas que nos enseñan cómo se visten, se maquillan, qué comen, qué deportes practican, cómo pasan el tiempo libre y dónde van de viaje. Por lo que cuentan las revistas especializadas, se trata de un mercado que mueve ingentes cantidades de dinero porque en realidad ser 'influencer' no es otra cosa que convertir tu vida en un anuncio publicitario permanente y las marcas, desde las más poderosas a las más modestas, han invertido cifras desorbitadas en este tipo de publicidad fraudulenta. Es fraudulenta para muchos usuarios que no saben que están consumiendo anuncios pero parece ser que también lo es para las empresas, porque lo que invierten no les está retornando unos beneficios proporcionales. Algunas revistas clásicas ya han empezado a denunciar esta burbuja. Y es que todo parte de una premisa no necesariamente cierta: que  el hecho de ver que la persona a la que sigues se compra un vestido implica que tú tengas que correr a comprártelo también.

Pero parece ser que la estafa es más concreta: se ha descubierto que una parte importante de los seguidores de muchas cuentas son completamente falsos, no se corresponden, ni de lejos, con los consumidores en potencia.

Con todo lo tecnológico pecamos de ingenuos, no me digan que no. Nos deslumbran y perdemos la capacidad crítica. Cuando aparecieron las redes sociales parecía que iban a ser una revolución democrática. Es cierto que nos conectan y nos permiten acceso ilimitado a la información, pero no saber cómo funciona realmente la maquinaria que los mueve nos hace terriblemente vulnerables. Que el número de seguidores sea la medida de todo, ¿no nos convierte en una sociedad tremendamente populista? A nivel de consumo nos perjudica la economía, pero a nivel político, social y cultural el fenómeno puede ser mucho más peligrosopeligroso. Fijémonos en algunos personajes que han aparecido en la escena mediática en los últimos tiempos: se han hecho visibles por el número de seguidores o por un comportamiento que llama la atención, procedentes del más absoluto anonimato y sin credenciales de ningún tipo. Después pasan a las tertulias televisivas y acto seguido a las listas electorales. Y todo porque hay mucha gente que los sigue. Ignoramos que hay métodos para inflar las cifras o sistemas no muy éticos para ir escalando la pirámide de la popularidad