Al contrataque

Bassas radiactivo

El otro día, en Madrid, el periodista Antoni Bassas intentó salir del barro enfocando, con datos, un elemento concreto: el de las afrentas y errores que España ha cometido con Catalunya

El periodista Antoni Bassas, en el Hotel Palace.

El periodista Antoni Bassas, en el Hotel Palace. / periodico

Carles Francino

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Hace demasiado tiempo que la pedagogía y el sosiego se ausentaron del debate sobre Catalunya y España. O mejor dicho, los expulsaron. El furor independentista, la testosterona rojigualda –y naranja– y el absentismo –a menudo forzoso, otras interesado– de voces que podían apaciguar la tormenta han dejado el terreno completamente impracticable. Una gota fría sobre el sentido común y el respeto. Ya no hacen falta tsunamis. Por eso, cuando alguien intenta recuperar la senda de los datos para apuntalar argumentos sin insultar, chillar ni menospreciar a nadie, yo aplaudo con las orejas.

El otro día, en Madrid, el periodista Antoni Bassas intentó transitar parte de ese camino enfocando a un elemento concreto del problema: el de las afrentas y errores que España –en este caso sí: el Estado español– ha cometido con Catalunya. Y para hacerlo utilizó utensilios propios del oficio: portadas de diarios e incluso un audio de la cadena SER donde una señora sevillana, con más entusiasmo que luces, proclamaba que su firma era «contra Catalunya», en aquella ignominiosa campaña del PP contra el Estatut.

Pero es que mucho antes –y ahí estaba la hemeroteca para confirmarlo– la caverna española había tocado a rebato con una supuesta –y falsa– persecución del castellano; curiosamente cuando el PSOE le había ganado a José María Aznar unas elecciones por los pelos y había pactado con Jordi Pujol para seguir gobernando. Casualidades de la vida. En ese contexto cobra especial valor la confesión de Luis María Ansón en una entrevista cuando admitió que «la cultura de la crispación surgió porque no había otras armas para derrotar a Felipe González». A la luz de esta estrategia provoca mucho cabreo revisar alguna de esas portadas.

Hace diez años -recordó también Bassas con una primera plana de EL PERIÓDICO- en puertas del hachazo que el Tribunal Constitucional propinaría al Estatut, Maragall presumía de que el 90% de los catalanes estaban juntos en ese proyecto. Y era verdad. Y eso es lo que a mí me gustaría recuperar. Pero será imposible con desafíos unilaterales e ilegales a España, con insultos y pedradas a periodistas «españoles», con sentencias ejemplarizantes o con humillaciones y desprecios a dos millones de catalanes.

Antoni me envió un mensaje después de su conferencia: «A veces me siento como si fuera radiactivo en España y algunos colegas de Madrid debe sentirse igual en Catalunya. Si no parlem, malament». Pues eso.