Dos miradas

Patria infantil

Ansu Fati celebra los goles como si no se lo creyera. Él no se lo cree y nosotros tampoco. Y entonces deseas que no llegue el momento en que aprenda una manera estrafalaria de celebrarlos

Ansu Fati está viviendo un cuento de hadas en el Barça.

Ansu Fati está viviendo un cuento de hadas en el Barça. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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La vida del aficionado tiene tres etapas. La primera, en la que todos los ídolos son mayores que tú; la segunda, en la que tienes la misma edad que los futbolistas; y la tercera. En la tercera, ya podrías ser el padre de todos. La primera etapa es iniciática y alentadora. Empiezas a apreciar el juego, que es lo más importante de las cosas sin importancia, y piensas que un día serás como ellos. En la segunda pones los pies en el suelo: te sigue gustando el fútbol pero te das cuenta que nunca serás como ellos. Mejor dicho: ni siquiera estarás en el banquillo en un equipo de aficionados. En la tercera, los futbolistas siguen siendo jóvenes (siempre lo serán), pero tú ya no lo eres. Como sabes más cosas que en las otras dos etapas, lo miras todo con más displicencia y los contemplas como si fueran hijos tuyos.

Hasta que llega uno que, de golpe, te convierte en abuelo, como el caso de este muchacho, Ansu Fati, que celebra los goles como si no se lo creyera. Él no se lo cree y nosotros tampoco. Y entonces deseas que no llegue el momento en que aprenda una manera estrafalaria de celebrarlos. Que todo se quede aquí, en esta sonrisa ingenua y genuina. Es el regreso a la patria infantil.