Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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Notas a pie de página

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Tengo un amigo escritor. No es el mejor del mundo en su oficio y él lo sabe. Al ser consciente de su medianía, se evita frustraciones innecesarias. Se contenta con hacer bien su trabajo, sin pretender publicar obras maestras. Eso sí, es muy riguroso.

Permítanme ustedes dedicar esta columna semanal a contarles lo último que le ha pasado. Hace tres años le encargaron una novela. La anterior se había vendido bien y la editorial apostó por él. Así que, lleno de entusiasmo, empezó a escribirla. Su idea era contar una historia de amor protagonizada por un tal Ricardo, hombre manchego, joven y seductor. Se sentó frente al ordenador y tecleó: «Llovía en Balazote».

Primera aclaración

Aquel inicio le gustó, pero su sentido del rigor le obligó a colocar una nota a pie de página para aclarar al lector dónde está Balazote. Puso un número 1 chiquitito al final del nombre de este bello pueblo para que el lector pudiera leer esa primera nota. Allí abajo, con letra más pequeña, mi amigo contó que Balazote es un pueblo de la provincia de Albacete, conocido, entre otras cosas, por su famosa Bicha.

Hecha esta aclaración, quiso proseguir mi amigo con la historia, pero al momento dedujo –con razón– que algo había que decir al lector acerca de la Bicha. Así que hizo algo nuevo para él: una nota a pie de página en la nota a pie de página. Allí contó que la Bicha es una escultura ibérica hecha en piedra caliza que se encontró cerca de Balazote.

«Llovía en Balazote y Ricardo dormía». Pero antes de escribir que Ricardo estaba durmiendo, pensó que sería interesante contar algo en torno a la piedra caliza. Uno no puede decir cosas y dejarlas a la mitad, pensó el escritor con toda la razón del mundo.

26.500 páginas de notas al pie

Por tanto, puso una nota a pie de página a la nota a pie de página de la nota a pie de página, triplicando el rigor, y escribió que la caliza es una roca sedimentaria hecha mayoritariamente de carbonato de calcio.

Adivinará usted, sagaz lector, que mi amigo entró en bucle y puso una cuarta nota a pie de página para describir el carbonato de calcio. Y, a partir de ahí, el hombre ya perdió el juicio de manera radical. Poniendo notas a las notas olvidó la historia de amor de Ricardo y escribió en su ordenador un texto en word de 12.300 páginas lleno de aclaraciones académicas sobre todo lo imaginable. En sus notas hablaba al principio de química, pero como una cosa lleva inevitablemente a la otra, terminó hablando de orangutanes, océanos, anillos en Saturno, trenes de cercanías, actores de Hollywood, dolores de muelas, maletas con ruedas, murciélagos y cualquier otra cosa que a usted pueda pasársele por la cabeza.

Su mujer y nosotros –sus amigos– le decíamos que olvidara el rigor y que se centrara en la descripción de la historia de amor, pero el hombre no nos hacía caso. La semana pasada, tres años después de iniciarlo, dio por finalizado el texto, que ocupaba ya 26.500 páginas. Lo envió al editor y este, extrañamente, decidió sacarlo adelante.

En unos días, en todas las librerías de España, podrá encontrar, en 40 preciosos volúmenes, la obra titulada 'Notas a pie de página'.